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domingo, 10 de mayo de 2015

"En frente y dentro al mismo tiempo".


"(...) Otra vez delante de la máquina de escribir. Inocente, perezoso, asustado y mortal de nuevo", escribía tosiendo sangre en un papel arrugado, lleno de vino y en una habitación miserable Charles Bukowski, el escritor vagabundo por excelencia, abandonado a su suerte, la cual bien pudo ser buena (triunfó tardíamente, fue considerado un artista de renombre) o mala (el “tardíamente” le costó una úlcera, ver morir a su amada, peleas callejeras y todo tipo de trepidantes aventuras las cuales son gozosas de leer en la comodidad de un mullido sofá burgués pero no de experimentar en tu propio pellejo). ¿Podría decirse, pues, de este personaje que era "pobre"? Habrá quien lo refiera. Habrá quien lo escriba en Facebook desde su iPhone y, sin saberlo, esté midiendo la pobreza sólo y exclusivamente en dinero.

Pregunta cuanto menos subjetiva, pensarán los que piensen. Pensarán los que están leyendo estás líneas: doy por hecho que, quien no tiene intención alguna en pensar, no recurre a estos lares de confusión y cuestionamiento.
Yo, por mi parte, en mi pulcro ordenador, con mi salud de acero y ropa limpia, me siento estúpido comparándome con semejante personaje, diciendo lo que digo, escribiéndolo en un ordenador. Me siento estúpido leyéndole, pues bien sé que su fama no se debe a su carácter poético retractado en sus líneas ensayísticas (de las cuales bastante difícil resulta de por sí seguir al hilo), sino a sus miras de nauseabundo, a su carácter y a sus aires depravados: en una palabra, "moda". Tuvo los cinco minutos de gloria de los que hablaba Andy Warhol, tuvo su momento y se convirtió en un icono, en moda. Y yo, mientras tanto, me siento estúpido teniendo que argumentar de manera constante el por qué digo eso mismo, el por qué prefiero leer a Schopenhauer en vez de a Bukowski (aunque, al final, acabe leyendo a los dos, y de postre las "50 sombras", para, como buen filósofo, criticar con fundamento), el por qué de que no canto al unísono con todos los que están a mi alrededor la misma canción de siempre. Esa que bien pudiera decir así "tasar en dinero mi felicidad, comprar y comprar hasta (pretender) llenar vacíos que nada tienen que ver con objetos, bienes o servicios (puesto que ese interés está abocado al fracaso)". 

¿Qué puedo hacer si, de hecho, siento y encuentro despreciable mi propio caminar, mi manera de acercarme con mis zapatillas Adidas hacia alguien que yace sentado y me mira, sombrío, a expensas de que mi buena voluntad le premie con unos pocos euros con los que comer ese día? Guardo en estima, precisamente, conversar con éste tipo de personas; dedicar alguna que otra mirada y, con ella, algo de agua, comida, y por qué no: dinero. ¡Tendríais que haber visto cómo una hombre cogía con gusto una bolsa de libros que le ofrecía! Pobre de él, que además de ello me tuvo que pedir la bolsa, de manera educada. ¿El por qué?: porque la bolsa que él tenía era para ir a recoger la cena a un comedor social.
Veo tan innecesario tantas cosas de las que tengo que, irremediablemente, digo lo que Tote King, de manera lastimosa y a veces triste: "es difícil estar contento, porque critico pero estoy dentro". 

Y haciéndolo me siento uno más que contribuye: uno más que aporta algo a la nube de estupidez contagiosa que me abruma y me causa estupor y a la que, dicho sea de paso (por si no ha quedado claro a lo largo del escrito) tanto odio. ¿Qué es eso de que una taza para tomar café cueste nada menos que trece euros? Ah, sí, es porque te dice que hoy "puedes hacer lo que te dé la real gana", o porque te dice que "eres la leche" (http://www.mrwonderfulshop.es/es/tazas.html).
Sinceramente, no puedo decir otra cosa que no sea un "eres estúpido si tu autoestima, tu coraje y tus ganas dependen del dictamen de una taza de valor desorbitado"  seguido de un suspiro y una mueca con la cabeza.
¿Qué fue de la creatividad? ¿De verdad necesitan jugar con la inocencia de los niños pequeños que aún creen en la magia para vender plátanos canarios (https://www.youtube.com/watchv=Mf6ur8Dw9jg)? Me parece increíble. No sé qué me sorprende más, si el depender de la permisión de una taza de trece euros o el depender de que unos niños inocentes le pidan a sus padres que, por favor ante todo, compren plátanos para no quedarse sin regalos esa noche.

Y, en lo único que guardo una semejanza es que, al igual que él, al igual que Bukowski, estoy de nuevo "frente a" el ordenador en mi caso. "Frente a" lo que me circunda, o, mejor dicho, en frente y dentro al mismo tiempo. Supongo que el primer caso es reconocerlo: el siguiente, actuar en consecuencia. Más vale una pequeña gota en un océano que ninguna, que ni tan siquiera el plantearlo, el proponértelo.
Sin manchas de vino, sin una pensión de mala muerte y sin apenas cinco dólares en el bolsillo. Tengo algunos más. Y por suerte o desgracia, mi condición me impide vivir en esa línea que otros fijan: en esa dinámica que acaba por vaciar el bolsillo y el alma. En esa asquerosa "razón" inamovible y sentenciada que hace creer que los Macbook tienen una pantalla que daña menos la vista, o que pagar por un ordenador sin puerto USB convencional no suene extraño ni absurdo (http://es.engadget.com/2015/01/06/mas-delgado-sin-usb-estandar-macbook-air-12/).