Imagen blog.

Imagen blog.

sábado, 6 de julio de 2013

"Para que unos pocos sean inmortales otros muchos deben morir".


En la película In time en algún momento un personaje enuncia la frase que encabeza éste texto, y es que "para que unos pocos sean inmortales otros muchos deben morir". Suena egoísta, rastrero, y a algunos les parecerá inhumano incluso, pero no deja de ser así en el mundo real.
Cada día muere gente, mucha gente, y tan sólo unos pocos aspiran a aparecer en los libros. Y ya no solo eso, sino a ser recordados. No son pocos (más bien, no somos pocos) los que movemos hilos y hacemos cosas, promovemos cambios, e intentamos hacer de ésto que se viene abajo algo mejor, cada uno aportando su minúsculo grano que tan necesario se hace a veces. Pero después de todo, la realidad, como la teoría de la práctica, es bien diferente: ¿quién es recordado? Tan sólo unos pocos. Kepler realizó sus tres leyes gracias a los avances y descubrimientos astronómicos de Tycho Brahe, y sin embargo, éste maestro se sitúa a la sombra, donde su discípulo acapara la universalidad. Mientras muchos caen, otros se alzan. Unos morimos y otros logran la inmortalidad. Cuando, realmente, todos somos dignos de ser recordados.

La inmortalidad de la que hablo es de la que goza, por ejemplo, John Lennon. Éste artista, aun muerto, sigue vivo en los corazones de sus fans, en los pubs que fieles a él ponen su música, y en los grupos que tributan su hazaña y la de The Beatles en general. El hecho de que Mark David Chapman asesinara a éste personaje, casado con la Japonesa Yoko Ono en Gibraltar, no impide que a modo idealizado éste "siga vivo". Aún sigo oyendo su voz, aún siguen aumentando las visitas de sus vídeos colgados en internet, y estoy seguro de que cada día más personas se suman al carro de apreciar su música. Acapara el merchandising él y el resto de Beatles, de los cuales sólo siguen vivos de forma física Ringo y Paul. Claro que no siempre es tan justa la vida, y así, Chapman consiguió su propósito: hoy es él también conocido y aparece en los libros, claro que, lo hace como el asesino de John Lennon. No me gustaría saltar a la fama de ese modo, viendo la repercusión que tuvo mi hecho desde detrás de unas rejas que muy posiblemente no se vuelvan a abrir. Quizá Chapman quiso eso para sí: vivir eternamente en los libros, aun no pudiendo leer su tan querido El guardián entre el centeno.

La inmensidad del universo se queda pequeña. No hay espacio para todos, y es así. Al final se hacen inmortales unos pocos. Sólo son recordados Trotski, Lenin, Stalin, Kamenev, Zinoviev, Kerenski, ... con la cantidad de rusos que tuvieron parte en la revolución Bolchevique y demás. Sólo se recuerda y se teme a Francisco Franco, pero, cuantísimos civiles perdieron la vida en la guerra civil y en el posterior régimen. Sólo se alza el valor de Hitler en la II Guerra Mundial, y pocos son conscientes de que éste también participó en la primera. Muchos se consideran Nietzscheanos exaltando exageradamente los valores antimorales que, según esos seguidores de Nietzsche, el gran filósofo defendía y promulgaba; cuando, se les pasa quizá (o más que quizá, muy posiblemente) que éste ilustre personaje ejerció como voluntario en los cuerpos de sanidad de la guerra franco-prusiana, demostrando una total empatía y moralidad de acero.

Es después de todo cuando surje la gran pregunta que atisba cada paso, cada cambio, y cada decisión por pequeña que sea: ¿Merece la pena?





No hay comentarios:

Publicar un comentario