De nuevo me encuentro frente al ordenador cuestionando el
porqué de lo que hago. De nuevo, intentando encontrar las palabras adecuadas
para, en unos versos, hacer llegar a algunos conclusiones que obtuve tras la
lectura de varios libros. Es complicado, a veces, entendernos a nosotros los filósofos. Mucho más complicado, me imagino, será comprendernos a aquellos que además filosofamos, valga la picardía y la sorna con la que digo lo que digo. Son muchas horas expresadas en unas líneas que han de
cogerse al vuelo cual snitch dorada de Harry Potter por personas que, en definitiva, tienen otros puntos de vista o no tienen del todo claro qué supone el quehacer o la circunstancia de la que habla Ortega y Gasset. Es complicada mi tarea así
como la suya. Es complicado mi quehacer orteguiano contando con el estigma kantiano que dice así "la estética es el recreo de la filosofía". Sin más, pretendo en las siguientes líneas no extenderme demasiado y escribir una precaria declaración de intenciones, así como desdibujar algunas aclaraciones para que, quien se interese, sepa "leer" aquello que escribo.
“La biografía siempre presente en la obra”. Cuando afirmo
esto se me acusa de varias cosas: intrusionismo en el Arte es una, otra es que
considero Arte a cualquier cosa, así como otra bien puede ser que no tengo en
cuenta que hay arte que no es autobiográfico o que, sencillamente, no compete
la biografía del autor. Bien, respondo.
Cuando enuncio estas palabras, sin ir más lejos, no hablo de
Arte sino de arte. Hablo de arte en un sentido que, influenciado por algunas
lecturas, le atribuyo yo mismo. No me refiero al Arte de las Bellas Artes ni al
arte que puramente estudia la Historia del Arte (recordemos, pues, que soy
filósofo y estudio filosofía). Me refiero, sin más preámbulos, a arte como a lo
producido por una persona con cierta libertad a la hora de producirlo, como
algo que hace suyo con la manera de hacerlo. LIbertado no en el sentido precario de libre albedrío, sino en motivos mucho más reducidos (ejemplo: mi madre me manda comprar el pan y voy por éste camino o por aquel otro. Lo que hago lo hago como fruto de un mandato, de acuerdo, pero yo elijo el modo). Lo llamo arte y no artesanía
porque en mi concepción estética de la persona concibo que su actuar propio,
que en su “elegir” dentro de su circunstancia (por muy reducido que este resulte, por más que haya que llevar a cabo una investigación minuciosa para determinar dónde reside dicha libertad de la que hablo) y, con ello, llevar a cabo una u
otra proyección de vida e intentar que ésta se adecue lo más posible a lo que
pretende, ya no realiza simplemente una artesanía, sino que se trata de algo
más: elabora una obra de arte; y por tanto, hablo de artista. Elabora su obra de arte: su vida, la de su existencia que no le viene dada (quizás si determinada, pero no construida). La ha construido él con los materiales que su familia, su gobierno, su país de nacimiento, sus recursos, le han brindado.
Repito: es una concepción filosófica y un
término, si cabe, prácticamente acuñado por mí tras la lectura de varios
autores de filosofía. Consiste en una reflexión. No hablo del arte que estudia la Historia del Arte
necesariamente, aunque algunas veces tome algunos de sus ejemplos.
Dicho esto queda claro, a mi parecer, que no considero Arte
cualquier cosa, pues hablo de "arte" (valga la diferencia entre el primer Arte
con mayúscula y el segundo con minúscula). En segundo lugar, creo que queda
claro que no se produce intrusionismo alguno (al menos en principio, veremos a
ver a dónde me deparan estos derroteros que hoy encauzo) pues mi motivo es
puramente ético-estético, y si utilizo el arte lo utilizo como ejemplo, para enunciarlo. No
pretendo re-teorizar el Arte, llevarle la contraria a la Historia (ni a mis buenos compañeros los historiadores del arte), otorgarle un
nuevo significado, ni atribuirle una nueva definición. Eso lo dejo en manos de
los historiadores. No pretendo hablar de arte, sino pensarlo. Hacer lo que me
es propio: filosofar.
Por último, quisiera expresar que cuando me refiero a
aquello de que el arte es biográfico (ya dando por sentado que cuando aquellos
que me leen ven escrita la palabra “arte” reconocen el sentido que le atribuyo
a ese vocablo ya descrito más arriba) me refiero a que en él está presente la
vida del autor, de una u otra forma. Expresada de modo directo o indirecto.
Desde cosas tan vanales como la calidad de los materiales que utiliza (pueden
ser mejores o peores, según su situación económica, por ejemplo) hasta el cómo
llevar a cabo su “arte” (si con las manos, si con los pies, con pintura, con su
cuerpo, encargándoselo a otro, escribiendo un libro).
Para muchos será complicado entender cómo concibo que aquel
que encarga la obra y aquel que la realiza sean para mí considerados “artistas”,
lo entiendo. Y es que, como ya dije más arriba: no hablo de artista en sentido
de Arte, de Bellas Artes, etcétera; le doy una nueva significación al término.
Una de la que ya algo se ha escrito. Hago filosofía y no historia. Contemplo de
modo estético a la persona ética (mi motivo en todo esto, repito: ético-estético). Esa persona que
actúa o hace algo (obra, podríamos
decir) su “obra”; y que, dicho actuar (dicho obrar, podríamos decir igualmente) constituye su, valga la burda repetición de conceptos para
así llegar de mejor modo a la comprensión de todo esto que expreso, “obra de arte”: obra
porque está hecha (de mejor o peor modo, con genialidad o sin ella: el chico que acaba de estudiar y se dedica a trabajar, y aquel que consigue ser astronauta, ambos igualmente artistas de sí, han construido su existencia de uno u otro modo), y de arte porque está producida por lo que yo llamo artista (una persona cualquiera, cuente con Genio o sin él, sea hombre o mujer, se le den bien las Artes o no, ...).