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miércoles, 25 de septiembre de 2013

"Al final de la partida, tanto el peón como el rey vuelven a la misma caja"

El peón es el que hace el trabajo sucio, es aquel que muere por los demás porque "así ha de ser". Para que el juego comience y tome forma, éstos han de caer los primeros. Los alfiles, las torres, y los caballos son los encargados de dar soltura al juego, de defender a la reina y al más importante: al rey. Perder a uno de estos defensores es un duro golpe, pues el adversario estaría de esta forma más cerca de ganar la partida. El rey, la pieza principal, es la más valiosa, ya que perderla significa el fin.

Mientras va teniendo lugar la partida, van cayendo peones, alfiles, torres, ... hasta que sólo queda el rey, y con astucia, intenta no ser acorralado por el adversario. Quizás, sin saber éste, que a pesar de ser la pieza que da sentido al juego, la más valiosa, una vez finaliza la partida, tanto el peón como el rey vuelven a la misma caja. Luego entonces, ¿por qué lo hacéis todo tan complicado? Total, vais a ir a parar al mismo lugar que el presidente cuando os llegue vuestro momento...



lunes, 9 de septiembre de 2013

"¿Acaso existe un lápiz con una mina suficiente para dibujar una línea infinita?"

Quien hace la ley, hace la trampa. Esto viene siendo así desde mucho antes que yo naciera, de que nacieran todas las personas que conozco: lo es, lo será, y lo seguirá siendo. No hay cosa en la que piense y, casi sin madurar mucho la idea, aparezca su contraposición. La parte A y la parte B de las cosas. Pero como en todo ésto resulta mucho más útil ejemplificarlo.

Se dice que robar está mal, pero invertir millones que han pagado los ciudadanos con sus impuestos para construir desmesurados pabellones y centros deportivos que de ningún espectáculo alguno serán escenario, casi que ni es juzgable: se roba por tanto, y si lo primero dicho era la ley, ésta es la trampa.

La velocidad máxima en España son esos 120 km/h de los cuales no podremos sobrepasar nada de nada, según la teórica que hemos de aprendernos para conducir, pues es ésto el máximo permitido en todo caso. Sin embargo, es fácil ver cómo vehículos homologados para la circulación en éste nuestro país (y no en Alemania, donde existen vías en las que no se precisa de límite de velocidad alguno) superan esta velocidad. Y no sólo la superan, sino que la duplican... o triplican.

No hay dinero para becas. Cada vez es mayor el recorte en la sanidad pública. Hasta los pensionistas han de pagar por algunas de sus recetas médicas (lo que se conoce como copago). Dejan de existir tantas ayudas a los parados, pagas a los mayores, y demás prestaciones propias de un país desarrollado. Los bancos se ven obligados a arrebatar a muchos que se embarcaron por encima de su nivel porque la crisis azota, y no hay perdón que valga: el Estado reclama lo que es suyo. La cosa está realmente mal, y es ésta la ley.
Nuestro gobierno decide invertir en las olimpiadas de 2020 y propone que se celebren en Madrid -digo nuestro gobierno y no nosotros puesto que yo no recuerdo haber participado en referéndum alguno en el que concurriera la pregunta a "¿quiere usted participar en los próximos JJOO?" ni nada parecido-. Para ello, alega tener construido el 80% de la estructura necesaria para realizarlos, en los que ha invertido cientos de millones de euros. Y digo yo: ¿era ésto necesario? ¿Qué pasará ahora con esas "infraestructuras" ya construidas? ¿Al desmontarlas recuperamos lo invertido o hemos de tragarnos "nuestros" errores? No hay dinero para lo demás y, sin embargo, ¿si hay para ésto? Ésto formaría la trampa.

La droga es ilegal, al menos es lo que dice la ley. Y mientras lo pienso, veo cómo las personas se acercan a lugares provistos de "droga" (alcohol y tabaco) legal. El tabaco cuenta con nicotina, lo que hace a quien lo fuma un adicto, un consumidor que seguirá gastándose los 4 o 5 euros que le pidan por cajetilla, por alocada que resulte a veces la cifra en euros. La droga es mala, pero cara, nos lo enseñan en el colegio. El Estado promueve la educación para este tipo de cosas, la moderación, y promueve anuncios en los que se alerta del peligro que corre uno al consumir estas sustancias, pero lo cierto es que si decides alejarte, el Estado tiene que sacar partido también, ¿o acaso no está regulada la venta de los cigarrillos electrónicos, los parches de nicotina, los tratamientos para dejar de fumar? Se comprometen ley y trampa.

Una de las leyes más estrictas que he visto imponer ha sido la ley anti-tabaco. Personas del sector servicios se vieron obligados a realizar reformas en sus negocios a fin de adecuarse a la nueva ley, que prohibía que se fumara en lugares públicos no habilitados con una mampara o lugar de separación entre fumadores y no fumadores. Más tarde, se prohibió definitivamente fumar en los lugares públicos, pasando por alto la estructura o las obras que hubieran podido realizar los empresarios por sus negocios. Eso es la ley. Una ley que, casi de forma cómica, cuelga de un hilo cuando Sheldon Adelson apuesta por España para la construcción de Eurovegas.

Hay a quien no le gusta tu trabajo, cómo haces ésto o aquello, pero a pesar de ello te dice cómo hacerlo. Hay quien quiere ganar dinero y suspira soñando con la idea por la que la droga, siendo lo más malo, es con lo que más se gana. El cristiano más bueno es el que es generoso y comparte, y realmente me gustaría ver en qué cama duermen los más cercanos al cielo.

Todo ejemplo es poco, pero la conclusión que extraigo es que independientemente a lo que promulgara Sócrates en favor de su polis, o de lo que digan tales y cuales constituciones, lo que realmente nos hace ver (y a muchos creer, cada vez con más certeza) es que quien hace la ley hace la trampa. A toda norma le cabe una refutación, una razón que a alguien le haga pensar: ¿no existirán realmente las normas para saltárselas? Y si no, ¿qué hago con este Ferrari en una autopista en la que sólo puedo circular a 120km/h?

Una línea como definición ideal es aquella que es construida con una sucesión infinita de puntos, y yo digo ante ésto: ¿acaso existe un lápiz con una mina suficientemente grande (infinita diríamos) para dibujar dicha línea?
¿Con un bolígrafo tal vez? ¿Cabe si acaso imaginar dicha línea? ¿Podemos imaginar una linea infinita?

¿DÓNDE EMPIEZA Y DÓNDE ACABARÍA LA MISMA?








lunes, 2 de septiembre de 2013

"No hay nada repartido de forma más equitativa que la razón: todo el mundo cree tener la suficiente".


Siempre gusta a uno estar informado. Siempre gusta ofrecer el punto de vista sobre el que uno se asienta, opinar sobre el mismo, o defender tu postura con argumentos más o menos razonados. Pero, eso no implica que lo que intentemos hacer creer sea la mejor opción. Aun así, habrá quien no sea capaz de crear esa especie de esfera que conforman las opiniones de los demás junto con la nuestra, a modo de mapamundi del conocimiento, con el que discernir y crear una mejor opinión conforme se habla con unos y con otros. Lo que suele llamarse "aprender".

Aunque parezca ficción, aún en nuestro siglo (y, en realidad, pienso que nunca dejará de existir, como el mentir mismo) existe quien toma en consideración algo lo cual, aun demostrándole que está equivocado con razones debidamente expuestas, seguirá hondeando la misma bandera. Le da igual. Se niega a aprender. Cree tener la razón, cree estar acertado en sus palabras, y eso le basta, cuando fuera de la testarudez todo tiene mucho más que entender.

Claro que, ¿de qué les voy a hablar a este tipo de personas? ¿De Gibraltar y España? ¿De La Línea de la Concepción? ¿De religión? ¿De la reforma de Wert? ¿De...? Realmente cuesta encontrar un tema, pues ya sea de todo lo expuesto así como de deportes, el sujeto no cede. Hechos como éste explican que aún se voten ciertos partidos políticos aun sabiendo ya desde hace bien poco la implicación de muchos a tramas de corrupción: las personas que votan a corruptos piensan hacer lo correcto, y las pruebas, los "papeles", y lo que diga la opinión pública no es barrera alguna. Así como también que aunque la religión haga y deshaga hay quien reza cada día, esperando no sé bien qué de ese dios que escriben con la inicial mayúscula.

Visto lo visto, se me viene una frase célebre de Descartes, y es que:

"No hay nada repartido de forma más equitativa que la razón: todo el mundo cree tener la suficiente".

Es cuando veo los anuncios de Apple, o de los tan anunciados coches eléctricos, cuando pienso que aunque nos vendan que estamos en una nueva era, en un tiempo de descubrimientos y de alto rendimiento, estamos realmente estancados: ¿qué nuevo invento tenemos? Un teléfono móvil con whatsapp no es un invento. Y, si como vemos, siguen dándose este tipo de cosas, más propio de personas que vivieron en siglos anteriores, más da que pensar... a quien lo hace.