Imagen blog.

Imagen blog.

jueves, 24 de abril de 2014

"El sueño de cualquier niño, la desgracia de cualquier adulto".


Lo usual que hace alguien al salir del cine tras ver una película del superhéroe que a mí desde pequeño consiguió que me brillaran los ojos e hiciera gestos extraños con las manos apuntando a cosas para ser como él, es pensar que ese protagonista, ese adolescente, es todo un afortunado. ¿Qué más se puede pedir siendo Spiderman? ¿Quién no querría ser como él? Es el sueño de cualquier niño, niño con el que, todo sea dicho, me identifico. Él lanza telas de araña, tiene una fuerza sobre humana, trepa paredes, es admirado por todos, y no hablemos de su espectacular traje.

Todo lo anterior es relevante, pero hay algo que cuando uno es pequeño (y a veces no tan pequeño) se le escapa. Algo que no somos capaces de atrapar, como le pasó al propio Spiderman con una de las telas de araña que lanzó en el final de la última película de la saga Amazing, y es que: tras ese traje, hay una persona con sentimientos, quehaceres, y en general, con una vida por realizar. Vida que de hecho se le escapa más que a todos nosotros. Con responsabilidades, con inquietudes añadidas de manera injusta: el hecho de ser quien es le lleva a sacrificar parte de su vida personal en detrimento del cargo que le toca ocupar, que le viene impuesto casi por un fatal destino: debe servir a la sociedad de manera altruista, sin ánimo de lucro, pues, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Con ésto completo algo dicho anteriormente, y es que: es el sueño de cualquier niño, y la desgracia de cualquier adulto. Pues, ¿hasta qué punto merece la pena?

Éste superhéroe se ha criado huérfano. Ha visto morir a su tío, que era como su padre. Y no son éstas únicas muertes que presencia. Ha perdido a muchas de sus amistades, ha tenido que luchar contra su propio interés, ha tenido que dejar pasar todo cuanto quería por mantenerse firme en su cargo como defensor del bien. No puede llevar una vida normal, constantemente está pendiente del crimen, azotado. Tiene tres momentos de alegría por cada diez de delitos que ha de socorrer y los cuales ponen en juego su vida, y la de los suyos, que continuamente se ven infectados por ese pacto de responsabilidad con la sociedad que, a pesar de que no aparezca firmado en ninguna parte, está, y se sostiene por sí solo. ¿Acaso tú no esperarías que Spiderman te salvara? ¿Acaso no se lo echarías en cara si no lo hiciera? Él ha de hacerlo, dándonos igual su vida, por egoísta que pueda parecer. Se lo exigimos, porque es un superhéroe.


La realidad, ésta en la que nos encontramos, es bien distinta a la ficción, a la que, sin duda, supera. Es de ésta realidad que ante nosotros tenemos de la que se alimenta nuestro subconsciente, las películas, la literatura, y de la que se nutren nuestros sueños. Es en ésta realidad donde se encuentran los héroes de los adultos, los verdaderos héroes, aquellos que actúan a rostro descubierto, exponiéndose ante el peligro, y sin sentido arácnido que les alerte. Ésta y no otra es la que hace realidad el sueño de esos niños, y se inventa a una persona capaz de combatir el mal con estilo, lanzándose desde las alturas.
Anhelamos un mundo en el que todo resulta perfecto, ideal, porque, de alguna manera, viviendo en ésta realidad imperfecta sentimos que algo nos falta. Nos faltan superhéroes, así como supervillanos. Nos faltan alegrías, nos faltan penas. Siempre nos falta algo. Siempre. Ese algo que nos falta da sentido al caminar: de tenerlo todo, ¿en qué pensaríamos si no? ¿A quién admiraría un niño si ya tuviera los poderes de Spiderman? ¿Contra quién lucharía nuestro héroe si no tuviera contrincantes? ¿Para qué ver el fútbol si nuestro equipo gana siempre? ¿Qué sentido tiene que pretendamos algo y lo consigamos sin esfuerzos, sin pasos previos, sin tener que ansiarlo día tras día, anhelándolo, sintiendo que es nuestro, cada vez con más fuerza, tomando su mano y dejándola ir, cada vez con más arraigo, cada vez más seguros de nosotros mismos, sintiendo que es ese abrazo y no otro el que aspira a ser el último, seguros de que es eso lo que queremos y no otra cosa?
La vida es un constante perseguir, bien sea aquello que se escapa, o aquello que se deja atrapar. Los dioses para castigarnos nos conceden nuestros más ambiciosos deseos, privándonos de aspirar a ese algo más que constantemente se escapa y nos invita a seguir soñando. A seguir ansiando lograr nuestras metas.
Deseos que acaban desgraciándonos, como a Peter Parker, por fantástica que sea su vida a ojos de la inocencia de un niño, de un niño que no aprecia el peligro, ni el precio que ha de pagar aquel que se viste de rojo y azul y da saltos por ahí. Deseos que nos ahogan, como esas viviendas que muchos hoy no pueden costear con unos míseros sueldos. Deseos que, de cualquier forma, nos mantienen vivos.


Sin liebres que perseguir, no digo ya la vida, sino que: nada tendría sentido.






domingo, 13 de abril de 2014

"Y por más que unamos las manos, se nos escapa".


Siempre nadamos en un mar de dudas en el que nos resulta bastante fácil ahogarnos. La mayoría de las veces, al llegar al cruce de caminos, decidimos que otros tomen las decisiones por nosotros: es más sencillo culpar a otro que cargar uno mismo con el peso del resentimiento, del haberse resignado, del "pude y no quise" que tanto avasalla a veces y tantas contracturas nos suponen. Veces en las que, cuando lo hace, nos daña, nos hace caer y temblar. Una rendición que no resulta nada dulce. Un dolor que, al ser excesivo, se aleja de toda sensación placentera. Nos devuelve a la vida, dejando bien lejos el arrebato.
Cuando todo sucede de ésta forma, y cuando más cerca vemos esa luz que nos indica el final del trayecto, es, precisamente, cuando todo empieza.

Resulta hermoso lanzarse a alcanzar lo inalcanzable. Aquel fin del que pocas palabras están cerca de dar constancia de lo que es, y de la que ninguna dirá lo que es de manera exacta, jamás. ¿Acaso es algo tangible, determinado y exacto? Qué va. Aquello que, por más que juntamos las manos para que sobre nosotros recaiga, se nos escapa, sin ser capaces de mantenerlo ni un segundo: se escurre, discurre, como la arena propia de las playas de Cádiz, arena fina y clara que no se deja querer. Como una rana, como un saltamontes, que escapa. Resulta, pues, encantador el pretender hacernos con él, aun sin éxito. No nos desanima, en absoluto: precisamos de ello. Surge la risa. Sentimos que de ninguna manera consiste ese postergar en un final, ni mucho menos: es un nuevo comienzo. Un eterno volver a empezar con ánimo, que trasciende, que otorga significado a nuestro camino más o menos pedregoso en algunos momentos. Es una luz que nos guiará a casa, al modo de Coldplay en Fix You.

Esa emoción que nos da garantías de que andamos tras lo correcto se le reclama con frecuencia a los artistas. Y digo ésto aun sabiendo que, la mayoría de las veces, se realiza de manera inconsciente. Escuchamos música, leemos una novela, damos al play a una película, esperando de todo ello lo mismo: que nuestro pecho se aflija, trayendo tras de sí una profunda sensación. Esa sensación que equivale a luz, a la luz infinita y siempre lejana que por más que parece acercarse, se aleja. Una emoción que, ciertamente, no sabríamos decir si es hermosa o estremecedora; no sabemos si la odiamos, o si la queremos con fuerza. No sabemos nada, y lo sabemos todo: por nada del mundo queremos dejar de sentirlo, pero el sentirlo, nos avasalla, nos asusta. Estamos necesitados de emociones de ese tipo, y ellas de nosotros para existir: sin retos como ese una existencia vacía nos posee.

Claro que, corremos un riesgo común, y ya lo advertía Kandinsky: "no hay peor mal que la comprensión del arte". El placer de sentir sin consecuencias acaba por llegar a su fin. Acaba por cegarte la luz, comprendiendo el arte, despertándote del sueño, cayéndote del árbol, entendiendo las dudas, completando el puzzle. Acabamos por entender el todo, o parte de él, lo suficiente para verle sentido; y con el sentido, se deshace el velo de la inconsciencia, el de la ignorancia que nos hacía continuar: el misterio que convertía lo común en delicioso, de disipa. Se disuelve la magia.

Ya lo dije en otras ocasiones: quien persigue la verdad corre el riesgo de hacerse con ella. Es entonces cuando, de entre la maleza, aparece un cierto brillo, color esperanza.

martes, 1 de abril de 2014

"¿Huelga o juerga de estudiantes?"

El término "huelga" viene definido por la Real Academia Española como una "interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta". Pero, estoy prácticamente seguro de que si pregunto a varios de los que apoyaron la huelga sobre qué es lo que se reivindicaba exactamente, me contestarán cosas dispares o que no coincidan. ¿Por qué interrumpen la actividad educativa los profesores cuando la huelga está convocada por estudiantes? ¿Por qué se convoca la huelga los días miércoles y jueves, en vez de otros que perjudicarían menos? Los propios medios de comunicación no se aclaran sobre la causa exacta, y no hacen más que especular razones que giran en torno a la LOMCE, pero sin consenso entre ellos:

http://www.libertaddigital.com/espana/2014-03-24/indiferencia-ante-la-nueva-huelga-del-sindicato-de-estudiantes-1276513997/

http://www.rtve.es/noticias/20140212/sindicato-estudiantes-convoca-nueva-huelga-para-26-27-marzo/877320.shtml


http://www.sindicatodeestudiantes.net/index.php/documentos/analisis/articulos-de-analisis/1711-volvemos-a-las-calles-huelga-general-de-estudiantes-el-26-y-27-de-marzo

¿Gratuidad de las matrículas, libros de texto, transporte, ... ? Hasta a mí, que también padezco la reforma, me parecen unas exigencias cuando menos estúpidas. Prácticamente tan estúpidas como la LOMCE en sí, como toda la reforma. Y, ¿cómo se pide ésto? Pienso que quemar y destrozar el mobiliario público no es la mejor forma. El periódico 20 minutos aseguró que la jornada acabó con pocos incidentes. ¿Acaso tenía que haberlos necesariamente? Aun así, 50 detenidos en la Complutense me parece un número excesivo, y más teniendo en cuenta que la reivindicación es para mejorar la educación. Con actos como éste queda al descubierto la poca que tienen algunos, y la desfachatez con la que exigen que ésta misma se actualice cuando, en realidad, no piensan tomar parte en ella. ¿O acaso estáis dispuestos, vosotros que destrozáis las calles, a permanecer sentados frente a un profesor para seguir recibiendo clases de filosofía?

http://www.20minutos.es/noticia/2095537/0/huelga/educativa/recortes-alumnos/

Dijo cierto personaje, cuyo rostro siempre va oculto tras unas gafas de sol oscuras, unas sabias palabras en la conclusión de su libro más vendido: según él, molestar vende. Esto es algo que ya saben muchos, algo que saben tanto los propios políticos como los empresarios, y como cualquiera de a pie que se preste a atender a la situación. Por ello, no me extrañan nada gestos tan solidarios y bonachones como éste:

"El incidente, que no ha dejado ni heridos ni contusionados, ha durado "unos 30 segundos" y se han producido empujones y agresiones con palos de banderas, hasta que trabajadores de Coca-Cola y Telemadrid, junto con algunos de los estudiantes presentes, les han echado por su "actitud lamentable". Los alborotadores han increpado a los estudiantes y medios de comunicación al grito de: "Sois unos manipuladores, traidores y vendidos".

http://www.20minutos.es/noticia/2095537/0/huelga/educativa/recortes-alumnos/#xtor=AD-15&xts=467263


Respeto la posición de quienes quieran arremeter contra el mobiliario público, de quienes quieran tomar la huelga contra la reforma educativa como un medio para publicitar sus propias inquietudes e intereses aprovechando el gentío (a grito de abajo el régimen, ondeando banderas republicanas, recogiendo firmas para una asociación en defensa de animales, ...), o de quienes se limiten a entender la huelga como juerga, como día festivo, día propicio para organizar barbacoas si el tiempo acompaña o para no madrugar (ambos ejemplos me constan); pero, dentro de éste respetar, y sólo al despejar la ecuación, me da error: ¿por qué si yo respeto vuestro derecho a juerga no se respeta el derecho al resto de abstenerse? Es decir, se exige con fuerza el derecho a manifestarse, al apoyo por la causa, pero, por otra parte, se molestan estos rebeldes en escribir a los profesores para que no den clase a quienes sí que quieren asistir, cancelando las mismas. Si algún compañero quiere ir a clase, sea por la causa que sea -cosa que, al ser la huelga un acto voluntario, no debería de justificarse siquiera el porqué de querer asistir- ¿por qué no puede optar por ejercer su derecho? Lo más interesante de todo ésto (y lo que más me gusta, todo sea dicho) es lo solidario que son siempre éstos en contra de la reforma: allá que van "piquetes informativos" portando palos, gritando, con actitud agresiva y desafiante, para informarte -¿informarte?- sobre el asunto, por si te pasó desapercibido, simple y llanamente para que reconsideres tu actitud y entiendas que has de animarte y volver a casa a esperar hasta la hora de la manifestación, (si es que se te ocurre ir). Si en la Revolución Francesa los Sans Culottes vestían culotes, los revolucionarios de ahora visten pijama y babuchas de andar por casa.

"La primera de las dos jornadas de huelga ha arrancado con piquetes informativos para animar a los jóvenes a secundar la protesta, pero también se han producido altercados en la Universidad Complutense de Madrid, con quema de contenedores y barricadas."

http://www.20minutos.es/noticia/2095537/0/huelga/educativa/recortes-alumnos/#xtor=AD-15&xts=467263 


Algunos caraduras además aseguran que la huelga contó con casi un ciento por ciento de apoyo estudiantil, cuando eso es totalmente falso: sé de personas, de estudiantes de Universidad y de Secundaria, que quisieron ir a clase ambos días y no pudieron porque éstas estaban suspendidas. ¿Apoyaban la huelga? De ninguna manera. Solo que, el no asistir cuenta como "apoyo"; y así, teniendo en cuenta eso y añadiendo la solidaridad de los queridos "piquetes informativos" que no permitían el acceso a las mismas por las buenas, se alcanza dicha cifra de "apoyo".


Entre tanto, surge otra cuestión: ¿las fechas de la huelga son estipuladas al azar? ¡Dichoso azar! La pasada huelga de Noviembre, cuya temática coincidía con la presente LOMCE, también tuvo lugar de miércoles a jueves. Pese a ser muchos conscientes de que dichas fechas fueron aprovechadas por una espectacular mayoría para tomarlo como puente e ir a sus hogares de visita a modo de mini-vacaciones, no se ha reparado el hecho. ¿Qué pasa? Independiente a si abandonan la ciudad o no, independiente a si acuden estos oportunistas a las manifestaciones o no, el no asistir a clase cuenta como apoyo, por tanto, ¿qué más da lo que hagan? Ambas partes salen ganando: quienes defienden la causa alegan el porcentaje de apoyo estudiantil, y quienes directamente prefieren no asistir a clase o visitar sus hogares, eso hacen, y justifican el acto alegando acusaciones hacia la educación, acogiéndose a su derecho a juerga.
No se remedia en ésto, por tanto, pues les da igual: podrían celebrarse las manifestaciones un sábado. Podrían convocarse las huelgas de lunes a martes, o un sólo día, y en cualquier caso, no rompiendo la semana; pero, ¿qué más da? No interesa. Así mejor, y todos contentos. Todos, excepto quienes sí quieren ir a clase y salen perjudicados. Todos, excepto quienes han de reparar los daños en zonas comunes.



Estamos todos de acuerdo con que la reforma de la LOMCE es una auténtica basura, (¿para qué emplear eufemismos, palabras menos peyorativas, cuando la realidad es bien clara y precisa?) yo mismo lo afirmo. Estoy de acuerdo con casi todos los motivos de la huelga, con lo que discrepo es con la concepción y con el uso de la misma. Hay que evitar caer en la opinión general, en lo que dicen los medios que todo tergiversan, y en tantas otras cosas que amenazan la conciencia de aquel que ya de por sí tiene en sí una fuerza reivindicativa que le lleva a gritar cualquier cosa que se le preste.
A mi parecer hay formas y formas de llevar a cabo una mejora. Pienso que no estamos haciendo lo suficiente. Pienso, y por pensar corro el riesgo de ser objeto de críticas y de acusaciones, que los nuevos Sans Culottes deberían de quitarse el pijama, las lagañas, e ir a clase el viernes, que para reivindicarse ya tuvieron dos días.