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lunes, 14 de septiembre de 2015

Discurso adecuado y bello, convencer y retirarse.


Discurso adecuado y bello, convencer y retirarse. Una fórmula muy extendida hoy día y de la cual ya se escribía hace ya demasiado. Pero, ¿a quién le interesa eso? Seamos realistas. La filosofía no es lo único desestimado hoy día. No es difícil dar cuenta de esto mismo: hace más eco los despilfarros en el mundo del deporte que una noticia tan sublime como que un joven español es el mejor orador del mundo… y con solo veinte años. La oratoria, el leer por puro gusto, aprender un poco (si acaso cabe hacerlo) de qué va eso que llaman “arte”, invertir en estudios universitarios de los cuales no se espera un beneficio económico directo, estudiar para aprender, hablar de algo que no sea estrictamente tangible o acerca de un tema que no salga por televisión. Son solo algunos ejemplos. Son solo algunos de los muchos ejemplos que podríamos citar a modo de introducción.

Y contestamos lo de siempre cuando nos preguntan cómo va: “aquí estamos”. En efecto, aquí estamos: en un lugar en el que la mayoría piensa que lo mejor que te puede pasar es que tu hijo decida estudiar algo relacionado con las ciencias, aunque a duras penas sepa ponerlo en práctica el chaval. ¿La razón? Salidas profesionales, y en definitiva: dinero. ¿Qué importa la virtud? ¿Qué importa que sea o no lo que le gusta? Seguimos aquí, en donde lo de menos es la aplicación práctica de aquello que estudia esa persona, el "qué hará el día de mañana", en donde algunos se apresuran en tatuarse en su cuerpo "tempus fugit" o "carpe diem" y no reparan en nada más. En donde en dicha televisión de la que hablo a aquellos que entendemos la diferencia nos pitan los oídos cada vez que oímos eso de “esto es algo muy moral y ético”, y en donde siguen abarrotados los gimnasios y vacías las bibliotecas. Sabios todos ellos.

Sabio quien presume de no haber abierto el libro de la autoescuela y haber aprobado a la primera. Sabio quien se niega a leer y hace eco de su afán. Sabio quien, sin haber estudiado, hoy trabaja y me dice lleno de orgullo y satisfacción (casi tanto como el rey Juan Carlos) que tiene un sueldo mucho más alto del que yo algún día pueda llegar a tener.

¿Qué estamos haciendo mal? O sería quizás más provechoso preguntarse: ¿qué estamos haciendo bien? Necios de nosotros, quienes aún nos resistimos a las garras de la sabiduría. Necios, que seguimos siendo interrumpidos por sabios, los cuales nos impiden seguir exponiendo nuestros problemas. Y así, entretanto, la mayoría parece seguir firmemente una especie de dictamen moral, un dictamen sabio, aunque en el fondo no empleen esas palabras, así como tampoco quieran emplear dicho significado, pienso yo. Emplear esas palabras, a fin de cuentas, hacen a uno parecer necio: emplear esas palabras hace a uno interesarse, en fin, por tonterías y vaciedades que no tienen cabida en este mundo lleno de tecnología y que gira tan rápido como un yoyó en manos de un niño pequeño. ¿O acaso ya no se emplean esos juguetes tan tontos? ¿Para qué un yoyó teniendo juguetes más “inteligentes”? Quizá debiera emplear mis fuerzas en aprender de los políticos, los cuales son los que mejor se integran en el papel de lo que expone Hipias en el fragmento del diálogo platónico que a continuación adjunto. Discurso adecuado y bello, convencer y retirarse.

“Hipias. –Pues, ciertamente, Sócrates, ¿qué crees tú que son todas estas palabras? (…) Lo bello y digno de estimación es ser capaz de ofrecer un discurso adecuado y bello ante un tribunal, o ante el Consejo o cualquier otra magistratura en la que se produzca el debate, convencer y retirarse, llevando no estas nimiedades, sino el mayor premio, la salvación de uno mismo, la de sus propios bienes y la de sus amigos. A esto hay que consagrarse mandando a paseo todas estas insignificancias, a fin de no parecer muy necio, al estar metido, como ahora, en tonterías y vaciedades.


Sócrates. -Querido Hipias, tú eres bienaventurado porque sabes en qué un hombre debe ocuparse y porque lo practicas adecuadamente, según dices. De mí, según parece, se ha apoderado un extraño destino y voy errando siempre en continua incertidumbre y, cuando yo os muestro mi necesidad a vosotros, los sabios, apenas he terminado de hablar, me insultáis con vuestras palabras. Decís lo que tú dices ahora, que me ocupo en cosas inútiles, mínimas y dignas de nada.”