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miércoles, 20 de noviembre de 2013

"¿Qué es una historia sin un final? Lo que da sentido a que continuemos conociéndola".


Películas como Matrix, Avatar, Origen, ponen al espectador ante la tesitura de plantear -aunque sólo sea por un breve instante- que pueda tratarse de una realidad ilusoria y que, en consecuencia, todo lo que en ese preciso momento ve o siente, así como en otro cualquiera, sea una reducida y mera apariencia -doxa lo llamarían los antiguos griegos- de la realidad, y no una realidad tal como se la entiende a ésta. La pregunta, al margen de la ficción es, ¿existe dicha realidad como tal?

La costumbre y el hábito responden antes que nuestra mente: un rotundo que al leer estas líneas flaquea y se pone en guardia. Pese a todo, si no existiera nada, ¿significaría que mientras no conocemos nos dura el disfrute? Esto, independiente a la metafísica, se encuentra en el día a día propio, del de cada uno: nos compramos un videojuego, y mientras dura, nos entretiene, disfrutamos de él, y con él; montamos en bicicleta y, mientras no tenemos conciencia ni edad para saber que eso es el principio de una larga cadena de vehículos a los cuales podemos aspirar, nos entretiene, y nos transporta en cierto modo; conocemos a alguien, y mientras le conocemos a fondo, mientras desciframos cada gesto, cada mirada, el por qué de cada sonrisa o cada caricia, el carácter quizá, mientras lo sostenemos porque podemos hacerlo, mientras conocemos el modo de ser del mismo; nos hace feliz de alguna forma. Lo que trasciende a éste estado es lo que nadie asegura por miedo a equivocarse: ¿y si después de conocerlo deja de gustarme? ¿Y si después de estudiar a fondo la teología me doy cuenta de que soy un completo ateo? ¿Y si no es lo que esperaba? Después de estudiar sabré más, pero también corro el riesgo de estar más confundido.

La búsqueda de la significación, mientras vamos tras la pista, da sentido. Otorga un significado, por decepcionante que pueda resultar. Si existe o no tal significación, si todo tiene una meta, es lo de menos, ¿no? No cabe pensar, no hay tiempo, siendo el tiempo una más de las ideas nacidas y maduradas en la mente del ser humano. ¿Qué es tiempo si extraemos éste de nuestras mentes? Éste no se halla fuera con una existencia propiamente dicha. Sí que hay mortalidad en las personas, días y noches, inviernos y veranos, recuerdos, pero, el agruparlos en horas, minutos y segundos, es invención propia. Invención nuestra, quizá fruto de un afán por otorgarle a ésto un significado más allá del que tiene, del cual hasta hoy, a la sombra de lo que filósofos, escritores, artistas, demás personas no etiquetadas bajo ningún concepto de ocupación y en general, pensadores; hayan podido decir: nada sabemos. En oposición a ésto, nuestra constitución -al igual que nos hace organizar- nos hace dependientes de finales. ¿Qué es una historia sin un final? Lo que da sentido a que sigamos indagando, queriendo saber más y más: lo que hace que sigamos teniendo ganas de conocerla. Llegado el punto de plantar ahí todo, ya sea éste final malo, bueno, intermedio, indiferente, lo es: es un "acabose", es cerrar ese libro en cuestión y tomar otro, es pasar la página con más o menos fuerza, pero pasarla y terminar de una vez el dichoso capítulo que tantos quebraderos de cabeza ha creado por un momento, o por más de uno. Sensación agri-dulce la de una película, un libro, una obra, cuyo final no es claro ni evidente... y ésto, por extraño que pueda parecer, causa más sensación, más interés en quien lo padece, siendo un análogo a lo que nos ocurre. ¿Cuántos años llevamos estudiando el cosmos y cuán poco sabemos sobre él? ¿Acaso eso nos hace tirar la toalla, abandonar? Todo lo contrario: investigaciones recientes nos informan de que Marte tendría, al parecer, reservas de agua en su interior. ¿Por qué se secó? ...


Siempre hay una razón, y qué triste resulta darse cuenta a veces de que ésta dejó de serlo.







lunes, 11 de noviembre de 2013

"Siempre merece la pena. De no ser así, estaríamos muertos".




Sólo vemos el deber con mayúsculas donde realmente también hay derechos. Sólo vemos complicaciones cuando, en realidad, muy tenue y quizás difusamente, en el fondo del horizonte, donde cielo y tierra se unen; hay una gran recompensa. ¿Acaso no es la esperanza lo que nos mantiene a salvo? ¿De conocer todo cuanto desconocemos, además de desaparecer la filosofía, no desaparecería el sentido de ésto que conocemos como vida? ¿Qué es vivir si no es con miedo y dificultades a las que relevan grandes recompensas?
Donde hay un camino pedregoso también hay un esfuerzo por superarlo que doy por seguro que merecerá la pena. Siempre merece la pena, y quien no lo cree, no vive sino existe. Cuando todo va mal cuesta ver la luz. Los antiguos, los que creían en la religión de Dionisio -el Orfismo- lloraban al ver nacer y celebraban las defunciones: veían la vida como un lastre, la muerte como una salvación. ¿Hasta qué punto debe ser concebido ésto así? ¿Lleva a algún lugar el pesimismo? Visto lo visto, al ataúd.  Pienso que es precisamente el hacernos con las riendas, ponernos en el lugar del metafórico auriga de Platón, lo que nos lleva no ya a alguna parte sino donde se quiera o se esté dispuesto a llegar. La amistad, aunque a veces se torne algo difícil, igualmente tiene gratas recompensas. ¿No ves a alguien al leer éstas líneas? Por poco que de, el naranjo siempre da frutos, de todo lo sembrado siempre se recoge algo. Donde hay nada hay un todo, cuesta verlo pero está. La música, las personas, los lugares, los recuerdos, los sueños en sí, las ilusiones y los esfuerzos, lo merecen. Soñar es gratis económicamente, aunque no todos están dispuestos a pagar el precio moral, la cuantía vital: no todos piensan que merece la pena hacer las cosas. ¿Lo merece esperar?, ¿lo merece arriesgar? Claro que sí. Sí que merece la pena estudiar, sí que la merece ahorrar, sí que la merece todo cuanto hago y se hace.

Sabiendo de antemano que vamos a ir al mismo lugar en que estábamos antes de estar frente a éste texto, o escribiendo el mismo, o posiblemente a otro lugar que, sea cual sea, no dejará de ser algo desconocido que muy probablemente ni aspiremos a conocer, a ese antes de nacer o a un post-nacer del que no nos llegan noticias, ¿por qué no hacer de ésta estancia algo mejor? ¿De qué sirve resignarse? Busquemos respuestas a eternos problemas como pasatiempo, atrevámonos a hacer más que otros. Hagamos de ésto una estancia placentera, sin demasiados excesos para que así podamos disfrutarlo, pero con alguno que otro que nos saque de la rutina. Todo está en la mente, en el cómo se vean las cosas: no con los ojos, sino con el alma. Ese empujón que no nos atrevemos a dar a veces. Ese salto que más que un salto es un pequeño paso hacia delante. Hay que darlo: lo merece, merece la pena. De no hacerlo, nunca sabes qué pierdes, qué ganas, qué dejas pasar o qué atrapas con fuerza. En un abrazo se dice más que en mil ensayos de filosofía, y es algo que tengo siempre presente.

En algún lugar están todas las respuestas, o quizá, muy probablemente, no, no debiendo preocuparnos ésto en absoluto. Buscándolas puede que se nos olvide el problema, y que ésto se convierta en una forma de vida. Puede que logremos encontrar la felicidad, o que nos planteemos volver a intentar hacernos con ella. Cuando lo conseguimos, cuando lo hallamos y lo atrapamos con fuerza, nos olvidamos. Y así va todo: una eterna búsqueda de algo que aun desconociendo echamos en falta. No hay que verlo con pesimismo: ésto nos mantiene al tanto, nos mantiene vivos. Esto es lo que nos toca. Rendirse es lo sencillo, y lo sencillo por lo general no acontece grandes acontecimientos. Hay que luchar: ninguna civilización se formó sin esfuerzos, y ningún gran personaje de la historia logró algo grande sin pasar antes por la superación. Todo supone un esfuerzo,esfuerzo el cual estoy dispuesto a llevar a cabo siempre y cuando merezca la pena.

Después de todo, ten presente que si no mereciera la pena, estaríamos muertos. Pensar nos hace libres y, la libertad, aunque asusta, es lo más grande junto el ser humano.