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sábado, 29 de junio de 2013

"Un homenaje necesario a todos aquellos que han complementado mis días de tal o cual forma. El primer año de muchos, espero. Gracias a los que lo hacéis posible: esto es el paraíso."


Uno nunca sabe qué va a suceder. Por más que imaginemos, que planteemos y que creamos tener una idea, nunca es así, y de ésto creo haber escrito con anterioridad. Yo pensaba estudiar algo relacionado con la Educación Física desde pequeño, y mírame. Si estoy estudiando Filosofía se lo debo a mi profesora de bachillerato, que me hizo ver indirectamente que era ésto lo que me gustaba en realidad, con lo que, además de aprobar los exámenes y demostrar en ello mi soltura al escribir, aprendía y reflexionaba, por ello desde aquí aprovecho para agradecérselo. Todo eso, además del apoyo que me dio para decantarme a hacerlo y no pensar tanto en las consecuencias que pudiesen derivarse de ésto. Claro que, no habría sido posible el empezar esta aventura sin el consentimiento de mis padres, los cuales además son los que arriman el hombro para que pueda yo estudiar.





Vine aquí un tanto perdido. Los primeros días los pasé solo porque mi colega Ismael aún no había llegado. Nos fuimos adaptando juntos, aunque lo de estar solos costó en cambiar. Poco a poco fuimos conociendo gente... y hasta el día de hoy.
Después pasar este año viviendo fuera de casa saco muchas, quizá demasiadas, conclusiones al respecto.
Sigo pensando que la memoria es el mejor equipaje con el que cargo, y que la experiencia, los recuerdos, sirven de mucho.

La primera de las conclusiones de las que quiero hablar es que, como decía al inicio del texto, nunca sabemos qué va a pasar. Y con esto me refiero a dentro de una hora, de una semana, o de un año. Lo corroboran hechos como el de levantarme de la mesa en la que comíamos todos los días los que nos hacíamos llamar compañeros unos a otros, mirando por última vez a aquel que hacía llamarse amigo mío, al que nunca más volví a ver, el cual decidió optar por acciones no lícitas, echando por tierra todo cuanto había conseguido de nosotros, y con nosotros: nuestra amistad. Igualmente, tampoco tenía ni idea de que iba a apreciar tanto a muchos de los que aquí he conocido. Tanto es así que somos una familia prácticamente. No me imagino los años próximos sin Jose, Ángel, Enrique, Gabri y el ya conocido Ismael. De la misma forma, Valentina, Anca, Andrea, Lorenzo, Fran, Raquel, Neiva, Marta, María, son importantes. Cuántas veces habremos ido al piso 82 después de almorzar para pasar allí el rato, sobre todo yo, haciendo tiempo para no quedarme dormido y marcharme después a clase.
Eso sí, el no saberlo es lo que le da ese matiz a la cosa por la que, cuando sucede, te alegras.





La segunda conclusión que extraigo de todo esto es que cualquier lugar es bueno para hacer amigos. No hace falta irse a vivir a una residencia para conocer a tanta gente competente. Un ejemplo de ello es mi actual relación con mis compañeros de clase. Reconozco que algo tarde, pero nos hemos unido bastante. Recuerdo que fue Álvaro al primero al que le extendí la mano el primer día, dándole un voto de confianza. Hoy, después de todo lo que ha pasado desde entonces, creo que es de las mejores cosas que hice ciertamente: cuando lo he necesitado, ha estado ahí, me ha demostrado ser más que un colega.
De la misma forma, aunque de forma más tardía, he conocido a Juan, Alba, Sheila, Blas, Francis ... y me alegro de ello: me han aportado bastante, y me lo pasé genial con ellos saliendo por el centro de Málaga.  Igualmente, cabe señalar las tantísimas risas que me he pegado con Gabri, con Marina, y con el señalado Álvaro en las clases de Cultura oyendo a Del Barco, o en cualquiera en realidad. Este tipo de cosas me hacen dar cuenta de lo que sucede, y según dijo Alba, en el primer semestre apenas conocía ella a nadie, al igual que yo; otros simplemente dejaron la carrera, y, en fin, cada cual toma sus decisiones. Pienso que esta es una de las recompensas que implica el seguir adelante, y es una buena recompensa. Si lo dejas, pierdes; si continúas, entra en juego la posibilidad de ganar.

Hago un viaje mental desde las clases de Juan Agustín a hoy, por ejemplo, y casi no puedo creerlo. El hecho de poder hacerlo me hace partícipe de la idea que con más frecuencia expreso: la fugacidad del tiempo. Pienso que, por más que escriba de ello, nunca me cansaré de decirlo, y la razón de ésto es de peso, tras pensar mucho he concluido: ¿no nace la filosofía de la admiración?, cuando te gusta algo, razonas, piensas, y buscas conclusiones sobre ello. Así pues, al parecer, algo que me fascina a mí es el tiempo: filosofo sobre ello. Y si en mi breve camino me cruzo con personas como tales, mejor que mejor. Hacen más ameno el camino, los estudios, la carrera. Sin lugar a dudas, el hombre es un ser social.

En general esa es la idea: en todos lados yacen buenas personas, dignas de conocer, y estamos determinados a hacerlo: a conocernos unos a otros y establecer vínculos. Claro que, dentro del determinio de "conocer gente", he tenido la suerte de que, en mi caso, sea a vosotros.




La tercera es que al vivir solo se aprecian cosas que, de no hacerlo, no se aprecian en realidad. Cuando eres tú mismo quien ha de comprar las cosas, o de ir a un sitio u otro a hacerlo andando porque no tienes coche es cuando te das cuenta del real valor de todo esto. Lavar los platos, lavar la ropa, ¡y que no se te pase hacerlo!, porque si se te pasa a ver con qué te vistes al día siguiente. Así pues, no lo es todo el hecho de cursar estudios universitarios fuera de casa. En ellos se aprende, claro que se aprende, y aquí hay mucha constancia del saber que albergo en mí gracias a ello, pero es innegable que también se aprende -y quizá se compara a lo estudiado en clases- con el hecho de vivir el día a día.

Vivir solo también implica administrar tu tiempo, y ser consciente de que aunque debes de estudiar, puedes no hacerlo si así lo prefieres, claro que esto conlleva repercusiones. Quizá no a corto, pero sí a largo plazo. Hay, pues, que mantener la cabeza sobre los hombros, procurando que no se suba a la cabeza ésto, y hacer lo que hay que hacer cuando hay que hacerlo para llevarlo todo al día. O al menos, lo que crea cada cual conveniente, dentro de su propia responsabilidad individual ¿De qué sirve salir una noche para relajarte si al día siguiente vas a estar cansado y no vas a estudiar? Hay que ir equilibrando e intentando elegir lo que convenga. Los hay más lanzados o más cuidadosos, yo soy de los que promulga el famoso término medio de Aristóteles, y así, intento tenerlo todo bajo control.

Reconozco que en ocasiones me excedo. El propio Ángel, al que le guardo muchísimo aprecio y él lo sabe (cuántas risas nos habremos pegado en mi apartamento, en el 12, ¿eh?) en algún momento, cuando rechacé el ir de fiesta una noche por quedarme estudiando aún no siendo periodo de exámenes, me dijo que era yo un fatiga. Ahora, después de todo aquello, él me ha reconocido que se va a esforzar más el año que viene, que tiene que hacerlo, que le sabe mal suspender, y yo le entiendo, porque si lo ha hecho ha sido por falta de constancia, no por falta de capacidad. Madrugar, ir a las clases, y estudiar a todos nos cuesta, pero no es nada imposible. Yo y mi ser fatiga estamos satisfechos con el trabajo realizado.




Reconozco también que en ocasiones he echado en falta a gente. Me siento cómodo en mi litera escribiendo, mirando por la ventana, esa litera que a Belén le causaba tanto interés y de la cual decía que "era guay". Lo era, yo lo pienso también. Me tumbaba con mi música en mis cascos y me olvidaba del mundo, pero, dentro de esa desmemoria artificial que yo mismo provocaba, venían a ella personas en forma de recuerdos, que por arte de magia conseguían hacerme ver que los necesitaba cerca. A algunos tuve la suerte de ver las veces que durante el curso me digné a hacer una aparición estelar por ésta mi ciudad, La Línea, pero a otros, aunque bajé, no pude verlos. Es lo que tiene el seguir creciendo, que aunque ganas, también pierdes, inevitablemente. Y dentro de este juego estamos todos.

Me he acordado mucho de Paula durante el presente curso. Así como de mis amigos: Jesús, Adri, Molina, Félix, Ethan, el gran Lil que sigue en Miami luchando, y tantos otros. Mi Bro, Ángel, con el cual hace mucho que no hablo casi nada, cuando antes hablábamos muy frecuentemente.
Es difícil marcharse y dejar atrás tanto, pero, más difícil a mi parecer es asimilar que no puedes hacer nada más y afrontar tus días así, atrapado en una espiral en la que lo que se habla es "paro", "crisis", "no hay ná' ", ... y en la que el que más tiene,  tiene un coche propio pero vive con sus padres. Hay que esforzarse. Jesús se marchó este año a Madrid y lo está consiguiendo, y confío que así sea para todos mis amigos.

Toda superación implica un esfuerzo, y por ello intento rendir al máximo. Que, si fracaso, no sea por falta de fuerzas, sino por incapacidad; y hasta el momento estoy demostrando tenerla. Además, ¿qué mayor motivación que el de estudiar y hacer sentir orgullosos a los tuyos de que haces bien tu labor? Y más aún: el saber que, si vuelvo, volveré con nuevas cosas que contar a ese gente que tanto aprecio guardo. A la gente que quiero.





Pues, después de todo, hay tiempo para todo. No tiene comparación el estudiar en la universidad, y menos aún si intentamos compararlo a los estudios en el Instituto. Algunos días la nostalgia se ha apoderado de mí y he echado de menos la experiencia que me llevé del bachillerato, con todo lo que eso conlleva (que no fue poco), pero reconozco también que aquí se vive de otra manera, y que, como digo siempre de casi todo, merece la pena.
Estudio muchísimo más que el año pasado. Tanto es así que en algunos días he pasado más horas en la sala de estudio que durmiendo, por ejemplo. Pero, igualmente, si muestro aquí las fotos que muestro es precisamente porque no todo es estudiar: hay tiempo para todo, como ya os digo.
Hemos salido en época de exámenes si se daba el caso, hemos estado gastando bromas o deambulando por la residencia a modo de descanso, de la particular forma que nosotros lo hacemos, ... Nos han culpado de ser los que hacían bromas telefónicas cuando nosotros también padecíamos tal mal, nos robaron en el piso y tuvimos que ir a poner una denuncia a la policía, tuvimos que comer fuera más de una vez porque no nos daba tiempo llegar a tal o cual sitio, ... Hemos estado estudiando en el piso o la hemos estado liando, con un par de botellas en la mesa; hemos estado escuchando música, hablando en voz baja, o he estado haciendo pesas en mi caso. Un gran contraste.

Una imagen dice más que mil palabras. Así que, observad, o preguntad a Chiqui y a Tamara por nosotros y que ellas os cuenten cómo somos y qué hacemos. ¡Qué mejor referencia que esa!




He aprendido algo más de cerca el valor de la amistad. Siempre he tenido presente ésto, y los que me conocen de cerca lo saben, pero reconozco que aquí me he dado cuenta de más cosas. Siempre cabe ser solidario con tus amigos. Recuerdo con una sonrisa dibujada en mi rostro aquel día en el que Enrique se quedó rezagado y perdió el autobús, y recuerdo también la forma en que se nos quitaron las ganas de reír cuando vimos que el chófer le cerró la puerta aun viendo que estaba a escasos metros de la puerta. Enrique, sin posibilidades, fue aminorando su carrera hasta detenerse y mirar cómo el autobús se iba sin él. Nosotros, como buenos amigos, le estuvimos esperando en la parada, por ver si éste venía en el siguiente... No fue así. Al día siguiente comentamos cómo nos fue la noche por separado, y sin problemas, al contrario, todo fueron risas. Y eso, el recordarlo con risas y sin rencor alguno, es precisamente lo que denota nuestra amistad. Parece ayer cuando los conocí, y dentro de poco hará un año ya desde entonces. En este transcurso han pasado tantas cosas que incluso me hacen creer que ha pasado más tiempo del que realmente ha sido.



Cuando echo una mirada atrás, veo lo bueno. Y me quedo con ese lanzamiento de pan que hizo Ángel, por ejemplo; ese bollo que me dejó dos días reventado; ese Gabri con las cosas que sólo podían pasarle a él y sus expresiones que tan nuestras son ya; Jose y sus ganas de fiesta cuando sale con nosotros; Ismael y las risas que nos hemos pegado los dos viendo películas, saliendo, o simplemente hablando en el cuarto; Enrique y nuestra costumbre de los chupitos en el Alquimia; ...




Al contrario de lo que mucha gente pueda pensar, no me he pegado tantas fiestas aquí en Málaga. En realidad he salido menos que en La Línea el año pasado, cuando estudiaba ese 2º de Bachillerato al que tanta gente teme y lanza aseveraciones angustiosas. Salí el año pasado cada fin de semana, incluso algún viernes, mientras que aquí, hasta bien entrado el curso no salí por la noche. La primera vez fue el día de mi dieciocho cumpleaños, con mis buenos amigos Jesús y Adri, que vinieron a darme una sorpresa que aún llevo dentro.
Claro que, -y he aquí una conclusión más- no hace falta irse de fiesta para pasarlo bien, y eso lo he aprendido con mi gente de aquí. Con ellos. Son innumerables las veces en las que me han visto caerme al suelo literalmente de la risa por culpa de Ángel, las veces que hemos estado en el sofá hablando, liándola por la residencia hasta el punto en que nos tuvieran que llamar la atención a veces, visitando pisos de otros compañeros, ... 



¿Cuántas han sido las broncas que nos ha echado Chiqui por poner las manos en los cristales?, y aun así, Ismael las sigue poniendo; y aun así, seguimos abriendo la ventana sin su permiso; y aun así, me dio un abrazo antes de venirme porque asegura que me echará de menos. Es así, yo también a ti, Chiqui.

La verdad es que, como decía más arriba, cualquier lugar es bueno para conocer a gente que merece la pena conocer, pero, lo cierto es que este año me he llevado muchas buenas sensaciones desde el principio. ¿Quién me iba a decir que cafetería iba a ser parte de mi casa?, me siento tan cómodo allí. Además, me da la sensación de que es recíproco el sentimiento, y que, aunque Tamara haga bromas con mi acento, cuando no voy a desayunar una mañana, me echa en falta. Al igual que me siento cómodo llendo a estudiar a la sala de estudio, y más aún si conozco a gente a la que echaré en falta el curso próximo. Así da gusto arriesgar.




Las sensaciones que me llevo me las llevo conmigo para siempre, de eso no cabe duda, y por nada del mundo las cambiaría. El dinero no puede comprar todo cuanto he ganado aquí, sinceramente.

Claro que, como en todo, uno se arrepiente a veces de algunas cosas. ¿Sabéis de qué me arrepiento? De haber conocido demasiado tarde algunas personas. Pienso que, bueno, "más vale tarde que nunca", y ese "arrepentirme" no deja de ser una queja superflua: si me quejo es porque sé que podrían haberme aportado más, y que son gente que merecen la pena. A Valentina la conocí tarde, a Paylor muy tarde, pero aún así, eso no quita que las echaré de menos. Y pienso que el sentimiento es recíproco.





Me sorprende la capacidad de sentir por los demás, de ver con los ojos del otro, de caminar en sus zapatos, que tienen muchas personas. Olga me demostró ese sentimiento, por ejemplo, al hablar con ella temas que con otros no tuve el valor de hacer. Es curioso, pero pronto vi que tendría que haber apostado antes por algunos, y haber desechado antes la compañía de otros. Después de todo, es normal, eso siempre pasa. Siempre uno va bifurcando caminos, entendiendo porqués sin buscarlos, y perdiéndose en la búsqueda de otros que sí se propone hallar. Ya dije en otro momento que hay dos formas de salir al mundo, y la visión pesimista aquí no tiene cabida. No hay que pensar en la lástima que da que Anca se vaya a Amsterdam, Paylor a Lyon, Lorenzo a Francia, Valentina posiblemente no vuelva de Rumanía, y Jose se vaya de la residencia el año que viene. No. Hay que pensar que tanto a Anca, como a Paylor y a mi gran colega Lorenzo les va a ir fenomenal en el extranjero, y hala, a disfrutar por ahí; a Valentina le irán las cosas bien también y entrará a estudiar lo que le gusta, la medicina, y de irle peor las cosas, miro el lado positivo: volverá el año que viene a España. Y Jose, sencillamente, seguirá con nosotros aunque no duerma bajo nuestro techo.




Si escribo tanto y de ésta forma que me caracteriza es porque todo lo que me pasa, o al menos, lo que filtro y tomo en consecuencia, capta mi atención y me hace pensar. Descartes decía que vivir sin filosofar es vivir con los ojos cerrados, sin la menor intención de abrirlos. Prácticamente me ocurre lo contrario: en ocasiones los tengo demasiado abiertos, por decirlo de algún modo. ¿Pensar tanto es malo?, quizá lo sea, pero es lo que hay. Para muchos salir a la calle será malo y peligroso, y sin embargo, quedándose en sus casas no arreglan nada: un infarto le puede dar a cualquiera, ¿o acaso no mueren los deportistas? Hagas lo que hagas serás siempre perseguido por una especie de destino que busca llevarte a tal o cual lugar, es por ello por lo que en cierto modo agradezco estudiar lo que estudio, donde lo estudio, y como lo estudio.
En mi aún breve paso por la universidad he conocido personas que han despertado interés en mí y que, fuera de lo descrito, me han demostrado ser competentes y hasta promover el cambio por esa filosofía que cada vez está más arrinconada y acusada de diversas cosas, a veces incluso incoherentes me atrevería a decir. Me siento orgulloso de ser el fundador de una Plataforma en defensa de ésta, junto a personajes con experiencia y que además son ya profesores de filosofía en secundaria. Todo no es estudiar, hay que estar al día de la situación, y hacer algo al respecto.


Éste es, a mi parecer, el mínimo homenaje que merece el primer curso de Universidad.
Ha sido un fantástico año. Espero que continúe la dinámica en los años próximos, y espero que todos esos que se despiden con abrazos y promesas de volver, lo hagan. De la misma forma, espero seguir viendo a los que seguirán el año que viene de la misma forma, con sonrisas, y si no, ya nos ocuparemos nosotros de hacerlo. Os echaré de menos a los que no estaréis, y pienso que no soy el único que concluye de la siguiente forma: esto... Esto es el paraíso.




Paradise - Coldplay



"And so lying underneath those stormy skies 
She'd say, oh, ohohohoh I know the sun must set to rise



This could be 
Para-para-paradise 
Para-para-paradise"


(...)


















sábado, 15 de junio de 2013

"Nadie se ha salvado jamás corriendo en círculos".

¿Qué espera encontrar aquel no ve más allá de sus pies? Es difícil no tropezarse de ese modo. Cierto es que estás más cerca de ver qué acontecería si te cayeras al suelo, a ese suelo que bien observas por tal o cual razón. Aunque cierto es también que, casi inconscientemente, no eres capaz de pensar en otra cosa. Decía de forma muy acertada Jean-Paul Sartre aquello de "El hombre no es otra cosa que lo que él mismo hace de sí". Por tanto, yo añado, no quieras hacer eso de ti.

Se te olvida todo cuanto hay por hacer, y sólo porque en su momento no hiciste una cosa. Eres capaz de culparte de aquello mil y una veces, y no de ver que nuevos hechos acontecen, nuevas puertas se abren, y nuevas llaves te entregan. Te sientes rechazado, y todo porque una persona te hizo sentir de tal forma, olvidándote de que existen muchas más personas y muchas más circunstancias que, de tú estar dispuesto, estarían dispuestas a darse. Aseguras no querer seguir viviendo, cuando realmente hacía demasiado que así lo decidiste: vivir no es sinónimo de existir. La campana del recreo no suena, o quizá sea que aunque la oyes, no quieres escucharla. No conoces el futuro, conoces aquel pasado; y, del mismo modo, no conoces la felicidad: conoces aquella alegría y ésta tristeza que atormenta cada instante. Te sientes cómodo aunque ahogado, atrapado en una eterna negación al hoy, y una íntima observación y análisis del eterno ayer. No ves los días, vives las noches.

No puede uno ir a ningún lado si no se lo propone. Hay dos formas de salir al mundo, y si te decantaste por olvidar los áticos, el cielo, los pájaros, las nubes, has adoptado la visión pesimista. Precisamente, Viktor Frankl  escribió su libro y atestiguó tan macabros hechos porque supo conservar el tipo. Supo no caer en una visión pesimista en la que todo día sabe a menos que el anterior, en una sucesiva cadena en la que por nada del mundo las ganas de salir adelante afloran, y en la que uno se sitúa en la sombra, cual insecto aterrado ante las grandes manos de un niño pequeño y curioso. Nadie se ha salvado jamás corriendo en círculos: no esperes hacerlo tú.


Te parecerá que se trata de un mundo loco, puesto que a pesar de conservar tu visión pesimista, guardas algún matiz de felicidad. O al menos, tu sonrisa contradice a tus lágrimas.





"And I find it kind of funny, 
I find it kind of sad;

The dreams in which I'm dying
are the best I've ever had;

I find it hard to tell you, 
I find it hard to take;

When people run in circles its a very, 
very,
Mad world"
(...)






domingo, 9 de junio de 2013

"El hombre del siglo XXI no tiene tiempo para reflexionar"

Hay quien dice, piensa, y manifiesta esa creencia por la que quien no arriesga, no gana. Yo la respeto y comparto, pues añado además que quien no lo hace, además de no ganar nada, en ocasiones pierde. Para que sucedan las cosas has de elegir, de tomar decisiones de las cuales, si supiéramos dónde desembocan, no tendrían la importancia que tienen. Si no elijes, además de no ganar, te privas de ver qué pasaría: pierdes.
Claro que, el conocimiento que mi experiencia me brinda me hace ver que no todo consiste en arriesgar, pues a veces hay una barrera (franqueable, siempre franqueable) que impide que actuemos de tal forma.

Sé diferente, te tildarán de raro. Sé honesto, serás de bueno, "tonto". Sé valiente y ten coraje, sé tenaz, que cuando logres más que otros serás envidiado y perderás amistades y colegas. Sé tú mismo, y te llamarán falso aquellos que no te conocen. Saca buenas notas, te llamarán empollón. Sé atrevido, y te dirán payaso aquellos que no se atrevan a serlo. Ten suerte, y te dirán tramposo. Sé amigo de tus amigos, y estos actuarán en consecuencia, o no, apartándose de sí el velo que los cubría. Sé quien quieras ser sin miedo a lo que acontece, pues al fin y al cabo es lo que te vas a llevar. No actúes de tal forma que tu conducta aspire a convertirse en una norma universal si no quieres hacerlo, la libertad te hace libre, y como tal, tú eres quien elije, y no Kant por ti con sus aseveraciones. Sé un pensador y promueve el cambio, que no tardarán el llamarte filósofo con aire despectivo. Esto ocurre. Esta barrera hace que muchos se lo piensen dos veces a la hora de actuar, y, tanto es así, que llegamos al día en que el I.V.A. está por las nubes, al contrario que las pensiones, y análogamente a las tasas de paro. Se han dado casos de personas que han tenido que dejar sus estudios porque no pueden afrontar los pagos, y es que estos han ascendido un 38 porciento desde el año pasado.
Nadie pone pie en pared, ¿por miedo al qué dirán?, ¿sumisión ante el poder que nosotros mismos hemos otorgado? Nadie lo cuestiona. Nadie es capaz de alzarse y ver todo cuanto no ve; así como nadie dice ese a la vida que gritaba Nietzsche en el siglo XIX, afirmando el presente. Más que nada porque nadie sabe quién es él, ni qué hizo, ni porqué el mismísimo Hitler aseguró haberse influenciado por su filosofía. ¿Cómo esperamos salir de la crisis sin pensar?, ¿qué se pretende enterrando a la filosofía y despojándola de su importancia?
Hay un caso anecdótico en la historia de la filosofía por el cual, al parecer, Platón (filósofo griego de gran importancia) quedó ensimismado por la definición que su maestro Sócratres le brindó para el hombre, llamándolo "bípedo implume", es decir, el hombre sería un animal que reposa sobre dos patas y que no tiene plumas. Ante esto, Diógenes, desplumó un pollo y lo mostró diciendo "he aquí un hombre". ¿Interesante?, lo es, pero más aún es la reflexión que guarda tras de sí. El pensamiento de unos y otros y ese afán por superarse en sus conocimientos, por demostrar que todo conocimiento es susceptible a mejorarse, a refutarse. Esto se pierde, a pasos agigantados, y se percibe en el ambiente. Se respira resignación ante los hechos, ante las ideas. Ante la no filosofía en las aulas y el encoger de hombros de muchos profesores.

Creo que el hombre del siglo XXI no tiene tiempo para reflexionar, y es un grave problema.
Pero aún no está todo perdido.



"If you ever feel neglected,
if you think all is lost, 
I'll be counting up my demons, yeah, 
hoping everything's not lost"
(...)

"Come on yeah, oh oh yeah, come on yeah,
Everything's not lost

Oh oh oh yeah, oh oh yeah, oh oh yeah,
And everything's not lost"







miércoles, 5 de junio de 2013

"Más vale hacer las cosas bien desde siempre porque puede que un día inesperado todo acabe".

Ya nadie habla de otros asuntos, todo se reduce a lo que se reduce: crisis, paro, y demás términos de los que tan hartos estáis de escuchar (y padecer) todos, y yo no soy menos. Intento escribir de otra cosa pero qué va, siempre está ahí. Llego a pensar que es una estrategia de arriba: nos hacen dudar, no pensar en otra cosa que no sea esa, y de adoptar una mentalidad catastrofista.
Recientemente realicé un trabajo de historia para la universidad, con mis dos abuelas, de las cuales extraje un gran proyecto sobre su vida. Elaboré una entrevista la cual realicé lo mejor que pude, y salió genial. En ella me di cuenta de muchas cosas, apunté conclusiones varias, sinteticé anécdotas que me revelaron de todo tipo, y hasta me sirvió para abrirme un poco más los ojos y tomar en consideración muchos aspectos que desconocía de la vida de estas personas que, a pesar de la cercanía física, se sitúan lejos motivado por las circunstancias que padecieron.

Hoy todo el mundo se queja de la crisis. La palabra en sí está en boca de todos, con más o menos frecuencia, pero está. Suena con retintín, y llega a ser molesto a veces. Lo es. Claro que, aunque hablar con la boca llena es de mala educación, muchos de estos sujetos lo hacen. Lástima que mi abuelo por parte de madre no corriera tanta suerte, y tuviera que padecer una crisis aún más aguda (a lo que yo suelo llamar verdadera crisis y no esta apariencia sin precedentes) y sin poder incurrir en una falta de educación como es la de hablar con la boca llena, pues no tenía qué llevarse a ella.
Rara vez no oigo a una madre quejarse de que su hijo está en paro, o está estudiando preparándose para lo que acontece ("pre-parado" como dicen a forma de broma en mi facultad: preparándose para estar en paro). Suerte que todos esos hijos, al igual que yo, comemos y vivimos decentemente, e incluso mucho más que eso. Aún enfrentándonos a una situación difícil, estamos estudiando fuera, y quien no, sigue en casa rebañando la olla. Mi abuela por parte de padre cuenta que antaño el puchero se hacía con un palomo. ¿Notáis el contraste?
Una jornada de más de ocho horas hoy es razón de discurso, de alzarse, de tomar medidas, de poner las cartas (y todo aquello que se deba) sobre la mesa. Es desconsiderada la situación, es motivo de reunirse en tiendas de campaña frente al senado, y de hacer lo que haga falta. Antes se trabajaba de sol a sol y nadie mostraba una queja más allá de las paredes de su casa. Igualmente, qué valentía se les otorga a aquellos que, una vez han mostrado una destreza al superar unos conocimientos y una carrera universitaria, superan la barrera de un idioma extranjero y deciden marcharse a otro país a buscarse el sustento. Estos que viajan con todos los papeles arreglados, con la vida solucionada, con un trabajo con condiciones dignas y sueldo alto, y los pasajes de ida y vuelta ya en mano, para poder volver a ver a su familia lo antes posible. Qué gracioso y cómico le resultaría eso a más de uno de los de antes, sí, esos que se fueron a la aventura, desconociendo el idioma y casi sin conocer del todo el suyo, para ocupar cualquier trabajo que se le ofreciera. ¿Qué haría yo si no supiera ni escribir mi nombre en un país en el que no hablan mi lenguaje? Aun así, la gente sigue diciendo que atravesamos una crisis nunca vista. Claro que es lo nunca visto: la gente no tiene valor, no es capaz de superarse, de hacer lo imposible, como ocurría antes ¿Quién entra hoy de lavaplatos y acaba de gerente? Qué va, qué va. No por nada, sino porque antes de que eso ocurra el susodicho sujeto abandonará el trabajo alegando que vive explotado en su jornada, y un sindicato tras de sí se ocupará de darle la razón.
No hacen más que quejarse todos de la cantidad de asignaturas que tienen que estudiar, de la cantidad de cosas que tienen que hacer, y, en realidad, se pasan el día encorvados leyendo notificaciones de Facebook y demás. ¿Qué me decís del extendido término "ni-ni", dicho de aquel que "ni estudia ni trabaja"? Lo peor es oír a sus madres referirse a ellos con aseveraciones del tipo "si es que no hay ná', qué va a hacer el chiquillo...". Desde el sofá no se ve nada, señora, pero, ¿ha probado su hijo a realizar un currículum para buscar trabajo? Quizás el problema sea que no sabe tan siquiera cómo hacerlo, o que no tiene con qué rellenarlo.

Yo soy uno de esos que estudia, que se "pre-para", solo que guardo severas diferencias con lo descrito. Tengo respeto hacia la situación y tomo en consideración la que vivieron mis abuelos. ¿Qué menos?, ese trabajo realizado con mis abuelas (del que espero obtener pronto una calificación próxima por parte de mi profesor) es lo menos que puedo hacer por estas personas que tanto han hecho por mí. Algunos a los que dedico el tributo no podrán verlo siquiera, pero estoy seguro de que les habría encantado, así como también estoy seguro de que se habrían prestado a ser el centro de la entrevista. Eso sí, aunque no realizara este trabajo directamente, no fueron pocas las conversaciones que mantuve con mis abuelos acerca de sus historias, de sus vidas. Más fueron las que mantuve con mi abuelo Pepe pues mi abuelo Cristóbal se fue cuando yo aún era muy pequeño, cuando la inocencia me jugaba malas pasadas y me hacía creer con firmeza todo aquello que me contaba a forma de chiste, y que, con el paso del tiempo, he comprendido que no eran más que eso: bromas, y más bromas, cosa que le caracterizaba bastante.


Al fin y al cabo son recuerdos lo que me llevo, y el estar ahí con mi abuelo Pepe desde que hizo falta allá por 2009 hasta 2011 cuando me apretó fuerte la mano en tono de despedida, es lo que me llevo. Nadie en mi familia materna lo pone en duda. Quizás me motivó más el hacerlo el hecho de que no pude despedirme de mi otro abuelo como me gustaría, al cual le tenía muchísimo aprecio. Aún recuerdo cómo nos insistió para que nos marchásemos de allí. Si hoy me ato los cordones, es por él. Él fue quien me enseñó eso. Eso, y a montar en bicicleta. Y a pescar. Y quien me apuntó en baloncesto, deporte en el que al ver que se marchó sin tan siquiera verme entrenar el primer día, intenté hacerlo lo mejor que pude para dejar el listón bien alto: cada vez que juego le recuerdo; deporte al que aún soy fiel aunque no me dedique activamente.Y lo más importante: a saber que nada es eterno, que todo aquello que tiene un principio tiene un final, y que más vale hacer las cosas bien desde siempre porque puede que un día inesperado toco acabe.

¿Lo estás haciendo?