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martes, 16 de abril de 2013

"El precio que hemos de pagar"

A medida que crecemos hemos de tomar uno u otro camino. Esto no es una  tarea sencilla, puesto que en este camino se cruzan muchos aspectos, tanto directos como indirectos; personales o causales; los cuales podremos solventar o no... Pero, de entre las cosas que sí se nos permiten elegir, plantear y decidir, hay que intentar hacerlas lo mejor posible.

Claro que de poder hacerlo todos elegiríamos bien. Creo que es algo absurdo (y lo considerarás tú también) que recomiende yo tal cosa, pues soy el primero que comete errores y se equivoca con frecuencia. Eso sí, os garantizo que si algún día la encuentro, la escribiré. 
A muchos les falta tiempo para elegir y ni tan siquiera se detienen un segundo a pensárselo dos veces, sea lo que sea; mientras, otros se toman toda una vida para decidir. Mi postura es intermedia (al menos la que aconsejo, la que lleve a la práctica es otro asunto), es la de pausar por un momento el ritmo, meditarlo un instante, y elegir. Digo un instante y no más que eso porque pensar en exceso es perjudicial a veces. Hay que lanzarse de vez en cuando. Quizás si lo meditas más severamente cambias de opinión, y, ... Bueno, nunca sabrás si elegiste bien a fin de cuentas, pues de entre las posibilidades que se te ofrecen, el puente que tomes será el que se hará firme; el resto se desvanecerán (si es que alguna vez existieron). ¿Por qué digo esto?, sencillamente porque si no lo pisé siquiera no sé si estaba ahí realmente; es decir, aquellas veces en las que elijes algo y te sientes frustrado por no haber logrado lo que esperabas, por haber dejado atrás otra posibilidad aún mejor, es un tanto absurdo, en primer lugar porque como ya dije no has de arrepentirte de nada, porque en aquel momento era lo que querías, y en segundo, porque si tomaste eso como lo que iba a ser mejor, ¿qué te hace pensar que te has equivocado? ¿Tienes experiencia de aquella otra cosa como para contrastar y sacar una conclusión? Lo cierto es que no. De poco vale pensarlo. Siempre cabe la posibilidad de que no te hayas equivocado realmente, aunque por el momento no seas consciente de ello.

Conforme avanzamos y creamos esa especie de árbol que poco a poco se desliga de las raíces, va creciendo en consecuencia ese sentimiento que a veces nos hace retroceder mentalmente. Todo pasado fue mejor, aseguran algunos, tras un suspiro de resignación. No es esta la postura a adoptar, precisamente. 
El hecho de que en una situación determinada lo pienses no tiene porqué determinar nada. De hecho, el hombre es por naturaleza indeterminado, es el único ser que lo es: somos los únicos capaces de elegir, además de qué comer, de qué forma llevar nuestra vida. Somos lo que hacemos, tomando esto, en ti está ser un resignado, o algo más.
Por lo general en momentos como éste, en los que el hombre atisba una luz tras él, la cual le hace volver la cara tímidamente para ver si aún cabe la posibilidad de volver a ese pasado y abrazarlo, envidiamos a los animales por sus determinados presentes. Así me refiero yo al estado de los animales: ¿por qué comen?, ¿por qué comen eso y no otra cosa?, ¿por qué... ? Porque así les viene impuesto. No aprecian pasados ni futuros: meramente existen, en un eterno presente. No sienten cuando una persona se marcha diciendo adiós o hasta luego, ni aprecian la diferencia. Ni tampoco tienen que preocuparse por tal o cual cosa. ¿Merece la pena ser un animal? Viéndolo así claro que sí, pero quizás el que adoptes esta perspectiva se debe a que no atraviesas un buen momento. Cuando va todo bien, ¿te planteas ser un animal al que no le suceden tales cosas? A mi parecer no. Es, por tanto, el precio que hemos de pagar de vez en cuando. Cuando van las cosas como deben de ir nadie envidia al perro, así como tampoco se detiene a observar las causas que le llevaron al punto donde se sitúa.

Siempre cabe una excepción, por ello escribo.

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