Es usual topar con personas que piensan que tras la estancia aquí les espera otra mucho mejor, una vida que además de eterna es paradisíaca, lo mejor de lo mejor, en el que verán satisfechos todas sus aspiraciones ya conseguidas anteriormente así como las que les quedaban por lograr, y todo ello, reunido con las personas que antes que ellos llegaron a ese lugar del que hablamos. El hombre siempre tiende hacia delante: sueña porque pensar le viene corto; espera del siguiente día que sea mejor que el de hoy; la mejor novela está por escribir como decía un profesor mío. Siempre cabe la superación, y qué gusto da conseguirlo.
Seguimos esa dinámica casi por constitución. Todo aquel que hoy es un deportista de élite desde pequeño lleva puliendo sus dotes, igual pasa con la música. Mark Knopfler toca de la forma que toca a pesar de los años que tiene sobre su espalda porque no es cosa de dos días lo suyo: es esfuerzo, mucha constancia, y un eterno: "esto lo puedo hacer mejor, seguro". Podría enumerar miles de ejemplos, pero creo que la idea se torna sencilla. Es más, miramos con mala cara a quien se rinde, a quien tira la toalla, e incluso muchos llegan a pensar que ese sujeto tiene un problema por su actitud ante la circunstancia, ¿verdad? Teniendo en cuenta ésta forma de ver la vida es lógico que personas que aunque no crean en un dios, ni escriban su nombre en mayúsculas, crean que después de la vida hay algo.
No se puede aceptar el fin, y es algo que se nos inculca desde pequeños. Siempre hay que apuntar al diez, para cuando nos quedemos en el siete pensar "bueno, pues la próxima irá mejor". Así, ¿cómo va a aceptar alguien que su vida se acaba y que todo cuanto ha hecho se pierde? Es difícil de afrontar, y como siempre, entra en juego de alguna forma la navaja de Ockham, que dice así: "en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta". Si llevas toda la vida aspirando a más, subiendo peldaños de una escalera, no puede detenerse ahora todo. Es lógico que se piense: si siempre aspira uno a más, ¡esto tiene que ser ínfimo comparado con lo que me espera!
Muchos aseveran sobre la idea de que tras la vida tiene que haber algo seguro, y no se plantean esa explicación que doy, ese haber algo que nace precisamente de nuestra condición ascendente. Es nuestra forma de entender la vida, digamos, lo que nos hace plantear esa hipótesis que aunque no se sostenga por sí misma, nos empeñamos en sostener firmemente. ¿Por qué precisamente eso que hay después de ésto es la crême de la crême y es considerado un paraíso eterno? Para que no se viva atormentado con la idea de que el tiempo se acaba y no hay más, o de que no volveremos a ver a X persona. Es un pilar para muchos necesario, sin el cual no podrían hacer frente a lo que hay. ¿Qué sentido tiene todo ésto si tras la vida no hay nada? se preguntarán muchos, y realmente, es una buena pregunta.
¿Que qué hay tras la muerte? Lo mismo que antes del nacer. Esa es la solución que aporto. ¿O acaso antes de nacer oías a otros hablar de ese paraíso del que nadie ha vuelto para darnos certeza de su existencia? Visto así, muy bueno debe de ser ese más allá, ya que nadie se presta a volver para hablarnos de su experiencia. Claro que, es complicado imaginarlo, (al igual que imaginar el vacío, por ejemplo) y como pasa siempre, tenemos miedo a lo desconocido e intentamos explicarlo de forma que ese miedo desaparezca. O al menos, que nos deje disfrutar de lo único que tenemos garantía de que existe.
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