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lunes, 30 de diciembre de 2013

"Tan maravilloso como indescriptible".


Cada uno conoce dentro de su circunstancia, y eso le lleva a pensar en dicho terreno. A crear su propia idea mental sobre lo que acontece. Diferente será, por tanto, mi idea de tristeza de la de Eric Clapton, que lamentó la muerte de su hijo de tan sólo cuatro años. Diferente será, como vemos, mi idea de alegría de la tuya. De la de cualquier otro. ¿Cómo describirías la sensación que te transmite un paisaje? ¿Y un recuerdo en concreto? ¿Acaso puede ésto hacerse con el lenguaje?

Cuando vemos Titanic, tristeza, pena, lástima, horror, ... una serie de emociones recorren nuestra cabeza y pasan a tomar nuestros pies y nos los hielan metafóricamente cuando los protagonistas se ven, de forma literal, con el agua hasta el cuello. Es increíble cómo, pese a todo, pese a ver lo que vemos, a la penuria y al ambiente de estrés y agobio que se respira en La lista de Schindler, eso nos gusta de alguna forma. La tragedia tiene su encanto. No queremos un final triste, ... ¿o sí? Lo cierto es que no sabemos lo que queremos, y, lo más importante: lo que sentimos.
Muy difícilmente podremos expresar el porqué de todo cuanto pensamos realmente, pues seguirán habiendo cosas que ni nosotros mismos entendamos. Expresándonos, haciéndolo, precisamente notamos que lo estamos limitando, y que no es eso exactamente lo que queremos decir, solo que, de haberlas, no encontramos palabras más exactas. Dice Du Bos que no basta con que los versos sean bellos, pues éstos deben de poner en marcha el corazón.  Dado el caso de que sintamos tal suscite, ¿hay forma alguna de describir esa sensación de forma tan precisa que haga al receptor partícipe de dicho deleite?

¿Qué es el asombro? Es algo que nos bloquea, que nos hace permanecer absortos, con los ojos como platos: dejamos todo cuanto estábamos haciendo o pensando para poner  todos nuestros sentidos en ello. Y lo dicho hasta ahora resulta escueto. Siempre lo resultará, porque la vida supera cualquier aseveración. Inmersos en una serie continua de sensaciones, las cuales no somos capaces de expresar, pero sí de disfrutar. Todo discurso no es más que un vano intento por adecuar nuestro pensar, nuestro lenguaje, a una realidad que no podemos abarcar. Que va más allá.


¿Razón o pasión? Muchos se plantean esta pregunta para encontrar un sentido a eso que sienten dentro de ellos mismos, para elegir mejor, para llevar a cabo un proyecto, etcétera. Sin ser conscientes -quizá- de que, de elegir la primera, la segunda, caprichosa y metomentodo, escurridiza, arrastrará a la primera hasta donde el pensar mismo prefiera, incapacitando su actividad. La pasión no puede describirse. Así, la mejor forma de vencer la tentación es dejándose caer en ella. De forma más suave, o más brusca. Y ésto, resulta asombroso. Tan maravilloso como indescriptible.



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