Imagen blog.

Imagen blog.

sábado, 11 de enero de 2014

"Hay cosas que uno sólo puede limitarse a señalar".


Mirar no es lo mismo que ver, ni que contemplar. Podemos ver algo sin mirarlo ni una sola vez, del mismo modo, podemos contemplar algo detenidamente y no llegar a ver nunca nada en ello. Sin embargo, cuando tenemos algo tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, cuando no podemos dejar de buscar ese significado que nos hace seguir tras ello, cuando quizá comenzamos a ver algo pero de forma abstracta, lejana, indescifrable, que difícilmente podemos explicar a quien nos pregunta el porqué de nuestra cautela observadora que se reitera en el tiempo, es, en ese momento y no antes, cuando nos damos cuenta de que realmente aquello que intentamos comprender, además de entusiasmarnos, nos gusta.

Perderse no siempre resulta molesto. A veces nos perdemos, y no nos importa estarlo durante un tiempo indefinido, por largo o breve que éste sea. No nos preguntamos eso. Lo que rodea al objeto de atención en cuestión no nos interesa, pues, lo cierto es que éste bloquea lo demás. Esa parte nos detiene, impacta, y como el arco-iris tras la fuerte lluvia, o el amanecer de una larga noche, nos deja ensimismados. Reflexionando sobre cuán maravilloso es el paisaje observado. Disfrutando, nos damos cuenta de que no podemos racionalizarlo en absoluto, y es que, después de todo: es un sin-sentido pretender racionalizar aquello que se mide en suspiros. 


Intentamos hacer acabar ésto que nos posterga, y nos hacemos conscientes de su infinitud. Cada vez es como la primera vez, y en cada instante descubrimos algo nuevo que nos fascina. A medida que lo descubrimos, descubrimos una parte de nosotros hasta el momento desconocida. Maravilloso, hermoso, espectacular. Tan pequeño pero tan inmenso a la vez. Asombroso. Una explosión de sensaciones vívidas que nos hacen cesar nuestra carrera vital para rendirnos por un instante ante ello, un instante que dura segundos, minutos, horas, pero que parecen largos años. Una eternidad resulta demasiado breve. Dicha reflexión no precisa meta alguna, por ello es que ésta tiene más valor: no perseguimos un fin en la contemplación, el objeto al que le dedicamos tal atención, que nos deleita, parece ser el fin en sí mismo.

Hablo de aquello que, de eliminarse, nos modificaría de algún modo, alterando el orden que hasta hoy hemos seguido. No sabemos cómo hemos llegado hasta aquí, "no sé cómo has llegado" nos decimos, pero no nos importa: queremos seguir en éste lugar, en ésta línea que dibujamos a nuestro paso, aun estando perdidos, aun desconociendo las consecuencias. Todo ésto, además de despertar nuestra atención y hacer que nos reconozcamos en él, nos hace conscientes de que lo inagotable está sumamente limitado por el tiempo. Y, si vivir es vencer el tiempo, más vale que procuremos agotar todas las posibilidades: la realidad y nuestra voluntad son infinitas, pero el tiempo es finito, efímero.


Hay cosas que uno sólo puede limitarse a señalar, a admirar, perdiéndonos en las múltiples descripciones que ello suscita, incapaces de decantarnos por sólo una, pero conscientes de que aquello de lo que hablamos nos encanta. Que no pase desapercibido: abre tus ojos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario