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jueves, 31 de julio de 2014

"Como con el pensar pasa: leer es hacer leer; escribir es hacer escribir".


Cuando alguien hace algo por gusto, sin esperar nada a cambio, suele decirse que dicha actividad la realiza "por amor al arte", no queriendo decir ésta expresión que el sujeto admira lo artístico, o que lo realiza buscando producir él mismo "arte", ¿verdad? Lo hace porque quiere. Y precisamente por ello, por ese "querer" por encima de lo lucrativo que pueda llegar a ser el hecho o la estima con la que acogerán el asunto los demás, se le llama arte. Es como si el desprenderse de lo demás fuera a su misma vez el acercarse a eso mismo. Hay que obviar y concienciarse uno, de que no busca generar arte, y así, haciéndolo sin éste propósito, quizá lo consiga.
Y ésto mismo pasa con el leer, y con el escribir.

Si un escritor comienza su andadura escribiendo sobre algo que no le gusta a él mismo no podremos hablar de escritor. Será el autor de aquello que escriba, pero eso que ha escrito no lo ha hecho "por amor al arte", ha respondido a otras peticiones: en todo caso lo habrá hecho por amor a otros asuntos, llámense los mismos "dinero", "fama", y demás anzuelos que muchos se lanzan a morder, y con ellos, precipitan y caen.

Claro que podría llamarse escritor, y estoy seguro de que será éste el renombre que adquirirá en cuanto su obra cobre fama -siempre que la cobre, claro-. Pero, para el público perspicaz que no solo ve sino observa, esa persona, en sentido estricto y tal y como yo lo entiendo (que, evidentemente, puede no ser como lo entiendas tú, no estando ni mejor ni peor tu objeción) no será más que un artilugio de la editorial, o de cualquier otro. No decide quien escribe en ese caso: decide otro; y el que escribe, abre, pero no su mente, ni su audacia, ni su inspiración para esforzarse en creer que se puede alcanzar la obra cúspide de la literatura, no: abre su mano, y la extiende, con ánimos de recibir después de dar tan poco de sí.

Escribir, pues, sería algo así como intentar expresar lo que uno siente de la mejor forma posible (a lo filósofo del siglo XVIII: a lo Denis Diderot). O no: también pudiera ser intentar decir lo que uno no es, y construir con ello una narrativa que alimente el ansia de misterio y ficción de más de uno -y de más de dos- lectores (como Carlos Ruiz Zafón, por ejemplo). También podría ser el reflexionar hasta perderse y transmitir dicha pérdida de sí (a lo Nietzsche); como también podría ser el reflejar lo ordinario y los excesos que aguardan en la mente de un salvaje con el que, a pesar de a veces sentirnos aludidos, a pesar de uno esperarlo y sentirnos como tal en ocasiones; el vérselo a otro escrito nos pudiera causar pudor, revuelven a uno (siendo ésta la manera en la que escribiría Bukowski, por ejemplo).
De una u otra, o ninguna de ellas, o todas ellas; qué más da: eso es escribir. Actuando en todo caso libremente, sin responder a lo que se pide. Sin incluir una historia típica ni una atípica. Sin incluir un pensamiento político u otro. Sin oír la opinión general, particular; la de la televisión o la de la minoría selecta. Eso es, y será, a mi parecer y al de muchos, escribir. Siendo leer más de lo mismo.

Se me quedó grabada una clase -la última que dimos, por cierto- con el profesor de Estética de la Universidad de Málaga en la que éste hombre hizo gala de saber lo que es leer y escribir en toda la profundidad y hondura del asunto: nadie aquel día llevaba un libro en la mochila que no fuera académico, nadie llevaba otro que no fuera el de Elio Franzini (el que correspondía a su asignatura: Historia de la Estética). Todos nos quedamos perplejos. Después de su incisiva recomendación a que nos encaminásemos en la lectura, no sé si a todos, pero a mí me quedó claro: al igual que "pensar es hacer pensar", "leer es hacer leer". Es recoger de la mejor manera posible aquel significado que un texto que proporciona. Es la faena utópica de la que habla Ortega y Gasset en su ensayo "Qué es leer". Es hacerlo sin esperar nada, para, con ello, recibirlo todo, -como quien dice-.
Leer es más de lo que parece, ¿o acaso tenemos otra forma mejor para, no ya dialogar, sino escuchar a esos grandes autores, grandes mentes, ilustres personajes que por éstos lares han pasado? Si pudiésemos dialogar probablemente la conversación iría por otro lado, por un lado menos provechoso, por ello el poder escuchar lo que éstos piensan es un gran filón.
Leer es entender de mejor o peor forma lo que unas páginas dicen, sin importar ésto demasiado, pues el leer mismo radica en que -al igual que pasa con el escribir- aquel que permanece delante oyéndote no abandone el lugar entero, sino fragmentado: con partes por ahí sueltas, con nuevas ideas, con ganas de creer lo que tú o de refutarte. Con más interés o con menos, pero con parte de él.


Y así, puede que la próxima vez que os crucéis sea en la biblioteca, con un libro en vuestras manos, o en vuestra mochila. No teniendo por qué ser éstos "Orgullo y prejuicio" o "Mirar al que mira".



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