Imagen blog.

Imagen blog.

sábado, 20 de febrero de 2016

El pintar(se) de Montaigne.

Pintar como proceso creativo. Cuando digo “pintar” no quiero referirme al “cambiar de color algo”, al tema puramente artesanal (pintar de oficio); cuando me refiero al verbo “pintar” le atribuyo una cierta connotación artística (pintar como expresión de uno mismo), o dígase así, poiética (poiesis en griego significa creación). Pintar no sería, por tanto, hacer que una pared de ser blanca ahora sea amarilla: pintar sería crear algo que antes no estaba. Pintar como “poner arte” en donde antes no había.
En la medida en que uno mira por sí (cuida de sí) se hace cargo de quien es, de su realidad, de su carácter artístico. Cuando uno se conoce (se sabe siendo, diré) puede intentar algo que en gran medida no es nada sencillo, es tedioso, complejo y difícil: ponerse a salvo (Robinson Crusoe), huir de todo peligro, pintarse de una manera u otra. Esto podría sintetizarse en otros términos (más conflictivos, me temo; más provocadores, advierto): CONSTRUIRSE A SÍ MISMO.

No pinto el ser. Pinto el paso: no el paso de una edad a otra, o, como dice el pueblo, de siete años en siete años, sino día a día, minuto a minuto. He de adaptar mi historia al momento. Podré cambiar dentro de poco no solo de fortuna sino también de intención. Es un registro de diversos y cambiantes hechos y de ideas indecisas cuando no contrarias; ya sea porque considere los temas por otras circunstancias y en otros aspectos. El caso es que quizá me contradiga […]. Si mi alma puede asentarse, dejaría de ensayarme y decidiríame; más está siempre aprendiendo y poniéndose a prueba.
Michel de Montaigne, Essais (Ensayos).

Entiende Montaigne el vaivén que conforma el vivir, y lejos de obcecarse por controlarlo (por descubrirlo) lo toma como material para su arte con la vida personal. Se propone responder a una necesidad propia, la de responder a la circunstancialidad de los días, ¿cómo? relatándose ensayísticamente. En su particular acción poiética (creativa, por tanto) escribe y describe su persona, se construye con dicho material, siendo ese su cometido último (“pinta el paso” y no el ser). Escribe y describe, pinta y se pinta, es creativo con su realidad que conforma él mismo, ¿y no es esto acaso una poiesis de sí, una poiesis consigo? Llega a confesar el propio Michel de Montaigne aquello de  “Mi oficio y mi arte es vivir. Quien me prohíba hablar de ello […] que ordene a la arquitectura hablar de los edificios no según ella, sino según el vecino”.





No hay comentarios:

Publicar un comentario