Pintar como proceso
creativo. Cuando digo “pintar” no quiero referirme al “cambiar de color algo”, al
tema puramente artesanal (pintar de oficio); cuando me refiero al verbo
“pintar” le atribuyo una cierta connotación artística (pintar como expresión de
uno mismo), o dígase así, poiética (poiesis en griego significa creación). Pintar no sería, por tanto,
hacer que una pared de ser blanca ahora sea amarilla: pintar sería crear algo que antes no estaba. Pintar
como “poner arte” en donde antes no
había.
En la medida en que uno
mira por sí (cuida de sí) se hace
cargo de quien es, de su realidad, de su carácter artístico. Cuando uno se conoce (se sabe siendo, diré) puede intentar algo que en gran medida no es
nada sencillo, es tedioso, complejo y difícil: ponerse a salvo (Robinson Crusoe), huir de todo peligro,
pintarse de una manera u otra. Esto podría sintetizarse en otros términos (más
conflictivos, me temo; más provocadores, advierto): CONSTRUIRSE A SÍ MISMO.
No
pinto el ser. Pinto el paso: no el paso de una edad a otra, o, como dice el
pueblo, de siete años en siete años, sino día a día, minuto a minuto. He de
adaptar mi historia al momento. Podré cambiar dentro de poco no solo de fortuna
sino también de intención. Es un registro de diversos y cambiantes hechos y de
ideas indecisas cuando no contrarias; ya sea porque considere los temas por
otras circunstancias y en otros aspectos. El caso es que quizá me contradiga
[…]. Si mi alma puede asentarse, dejaría de ensayarme y decidiríame; más está
siempre aprendiendo y poniéndose a prueba.
Michel de Montaigne, Essais (Ensayos).
Entiende
Montaigne el vaivén que conforma el vivir, y lejos de obcecarse por controlarlo
(por descubrirlo) lo toma como material para su arte
con la vida personal. Se propone responder a una necesidad propia, la de
responder a la circunstancialidad de los días, ¿cómo? relatándose ensayísticamente. En su particular acción poiética (creativa, por tanto) escribe y describe su persona, se construye con dicho material, siendo ese su
cometido último (“pinta el paso” y no el ser). Escribe y describe, pinta y se pinta, es creativo con su realidad
que conforma él mismo, ¿y no es esto
acaso una poiesis de sí, una poiesis consigo? Llega a confesar el
propio Michel de Montaigne aquello de
“Mi oficio y mi arte es vivir. Quien me prohíba hablar de ello […] que
ordene a la arquitectura hablar de los edificios no según ella, sino según el
vecino”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario