Durante
meses, en los ratos de esparcimiento y de lectura sosegada, prácticamente no he
hecho otra cosa que no fuera leer sobre la disciplina que se ocupa de, entre otras
cosas, el estudio de la belleza: la Estética. He leído intensamente sobre el tema de mi Trabajo
Final de Grado, sobre la Estética en tanto que autopoiesis. A los filósofos (Descartes, Montaigne, Nietzsche, Kierkegaard,
Schopenhauer, Ortega y Gasset) y a los artistas (Sophie Calle, Warhol, Duchamp),
así como también algunas novelas de escritores notables (Oscar Wilde, Daniel Defoe,
Paul Auster) los he leído y tratado en tanto que sujetos autopoiéticos, entendiendo en ellos ese hipotético
personaje que invierte su ímpetu creativo en torno a la propia figura de sí, o
lo que es lo mismo, haciéndose a
ellos mismos en calidad de obra de arte.
Esto,
como decía, me ha tenido ocupado meses, constatando la dificultad de la tarea. Comencé a documentarme sobre el tema en
mayo del curso pasado, y, finalmente, hace unos días el círculo se cerraba: doy
por zanjado (al menos por el momento) el tema. Pese a todo, no descarto continuarlo por
razones requeridas por el tutor, o por renovadas ganas mías (nuevos hallazgos, nuevas maneras de entender este tema tan sospechoso como interesante).
Ahora,
con nuevas ideas en mente, con nuevos proyectos pensados y tantos otros que aún
están (valga la dichosa palabra) “haciéndose”, se me viene a la cabeza (no pregunten por qué, absténganse los filósofos) aquella
conversación entre Sócrates e Hipias. Diálogo en el que el primero se sincera
con el segundo y, sin más, le confiesa que a pesar de las acusaciones que
soporta por el camino que ha elegido (dedicarse a una labor inútil, entre otros reproches), siente
que le es provechoso sin lugar a dudas. Con un proverbio muy elegante (tremendamente estético) da cierre al coloquio: “lo
bello es difícil”.
“Querido Hipias, tú eres
bienaventurado porque sabes en qué un hombre debe ocuparse y porque lo
practicas adecuadamente, según dices. De mí, según parece, se ha apoderado un
extraño destino y voy errando siempre en continua incertidumbre y, cuando yo os
muestro mi necesidad a vosotros, los sabios, apenas he terminado de hablar, me
insultáis con vuestras palabras. Decís lo que tú dices ahora, que me ocupo en
cosas inútiles, mínimas, y dignas de nada. […] Me sucede, como os digo, recibir
a la vez vuestros insultos y reproches y los de él. Pero quizá es necesario
soportar todo esto: no hay nada extraño en que esto pueda serme provechoso.
Ciertamente, Hipias, me parece que me ha sido beneficiosa la conversación con
uno y otro de vosotros. Creo que entiendo el sentido del proverbio que dice: Lo bello es difícil.”
-Platón
(Hipias Mayor).
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