(Quisiera proponer en lo que sigue un
espacio de reflexión filosófico-estético, aún en periodo de gestación
intelectual, en el que, en el mejor de los casos, situaré mi mirada en los meses
próximos, ya sea como proyecto personal o como parte del requisito académico
indispensable para superar mis estudios actuales de máster en la Universidad de
Málaga).
El poeta del que tantas veces se ha
dicho que estaba “maldito”, autor de Las
flores del mal, se refería a la modernidad como aquello que no cesa:
contingente y transitorio. Características con las que muchos siglos antes
Platón había descrito el repudiado “Mundo sensible”.
Pues bien: pese a la insistencia
algunos filósofos, me temo que nos encontramos en este más acá, azaroso y contingente, frenético y lleno de excesos, el
cual Baudelaire bien supo definir en su momento. Caracterizado por el cambio,
por el perecer siempre próximo; por
no detenerse, por la náusea que Sartre
supo advertir; así como por la indiferente sensación de extranjería constante que el escritor francés A. Camus declarara: es éste nuestro mundo. Sólo
hay un mundo y es éste, en el que cabe crecer
en la misma medida que cabe perecer.
En estas coordenadas, que presuponen
un mundo impreciso e imperfecto, se ubica la figura del fotógrafo. Este forastero nos promete
lo imposible: detener el devenir. Más aún: proveernos, haciendo uso de su cámara, de un cierto sosiego que nos
salve.
No será lo único que nos diga (ni lo único que nos prometa), pero sí lo único que yo confiese por el momento.
Antes de cerrar penosamente el asunto, debo confesarme. Me resulta tentador atribuir las
palabras que escribe P. Auster en El país
de las últimas cosas al fotógrafo que, con bastante insistencia, exige
salir de mis pensamientos:
“Éstas son las últimas cosas —escribía ella—. Desaparecen una
a una y no vuelven nunca más. Puedo hablarte de las que yo he visto, de las que
ya no existen; pero dudo que haya tiempo para ello. Ahora todo ocurre tan
rápidamente que no puedo seguir el ritmo. No espero que me entiendas. Tú no has
visto nada de esto y, aunque lo intentaras, jamás podrías imaginártelo. Éstas son las últimas cosas”.
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